
En julio de 2025, Gabriel Boric, hasta entonces reservado sobre las primarias de su sector, rompió su prescindencia para respaldar a Jeannette Jara como candidata oficialista. Esta decisión marcó un punto de inflexión en la campaña presidencial, donde el actual mandatario enfatizó que el próximo gobierno debe ser superior al suyo, no sólo en logros sino en capacidad de autocrítica.
Desde la sede del Partido Socialista, en un acto conmemorativo de las víctimas de la dictadura, Boric lanzó un mensaje claro: "El próximo gobierno tiene que ser mejor que nuestro gobierno, que el gobierno que honrosamente me toca encabezar". Este llamado a la autocrítica y a dejar atrás las defensas corporativas fue interpretado como un reconocimiento público a las falencias de su administración, así como un intento de renovar la confianza en la coalición oficialista.
El escenario político que enfrentaba Jara no era simple. Por un lado, sectores progresistas y sociales valoraron el gesto de Boric como un acto de transparencia y madurez política, que abre la puerta a un debate sincero sobre los errores y aciertos del gobierno actual. Por otro, voces críticas dentro y fuera del oficialismo cuestionaron si esta autocrítica sería suficiente para revertir la caída de popularidad y la fragmentación interna que arrastra la coalición desde hace meses.
Desde la derecha y la centro-derecha, la postura fue de escepticismo. Algunos analistas señalaron que el respaldo de Boric a Jara no logra ocultar las divisiones profundas ni las dudas sobre la capacidad de un gobierno continuista para responder a las demandas ciudadanas. “Es un intento de salvar lo que queda de un proyecto desgastado, pero la ciudadanía exige cambios más profundos”, comentó un experto en ciencias políticas.
En regiones, la recepción fue diversa: en zonas urbanas, donde la oposición ha ganado terreno, la figura de Jara enfrentó el desafío de conectar con un electorado que cada vez más demanda soluciones concretas a problemas de seguridad, empleo y calidad de vida. En tanto, en territorios históricamente afines al oficialismo, el respaldo presidencial fue visto como un aliciente para mantener la unidad y la esperanza.
Este episodio revela una tensión central en la política chilena actual: la necesidad de equilibrar continuidad y renovación en un contexto de alta polarización y expectativas ciudadanas crecientes. La autocrítica de Boric, lejos de ser un gesto simbólico, pone en el centro del debate la pregunta sobre qué significa realmente mejorar un gobierno y cómo se puede construir una alternativa que convoque más allá de las lealtades partidarias.
Finalmente, el apoyo explícito a Jeannette Jara no ha cerrado las disputas internas, pero sí ha marcado el inicio de una campaña donde la autocrítica y la promesa de superación serán ejes ineludibles. La historia política de Chile nos recuerda que estos desafíos no se resuelven en discursos, sino en la capacidad de transformar esas palabras en políticas públicas efectivas y en un liderazgo que inspire confianza.
Fuentes consultadas: declaraciones oficiales del Presidente Gabriel Boric, análisis políticos de expertos consultados en Santiago y regiones, cobertura de medios nacionales como BioBioChile y The Clinic.