
Un choque inesperado dentro de la derecha chilena ha marcado el pulso político de los últimos meses. El 4 de julio de 2025, Juan Luis Ossa, coordinador programático de Evelyn Matthei, lanzó una crítica directa a la campaña de José Antonio Kast, señalando una falta de contenido sustantivo detrás de una buena estrategia publicitaria. Este desencuentro no solo expuso diferencias personales, sino que abrió una disputa ideológica y estratégica que sigue reverberando en el mundo político.
"Cuando leo los planes semanales de José Antonio Kast, no veo mucha sustancia, de verdad. Veo muy buenos títulos, veo una muy buena campaña publicitaria, pero veo menos contenido", afirmó Ossa en una entrevista con La Tercera. Esta declaración no fue un simple comentario, sino la cristalización de tensiones acumuladas en el bloque conservador.
El equipo de Matthei, con una trayectoria más institucional y experiencia en gestión pública, reclama un discurso más centrado en políticas públicas concretas y menos en la retórica electoral. En contraste, Kast mantiene un discurso más radical y directo, que apela a un electorado movilizado por temas identitarios y de seguridad.
Desde la visión de Matthei y su entorno, la prioridad es reconquistar el centro político, especialmente a los votantes desencantados con la centroizquierda. Esta estrategia busca una coalición más amplia y pragmática, con propuestas que puedan gobernar con estabilidad.
Por otro lado, la base republicana que acompaña a Kast valora la coherencia ideológica y la defensa firme de un proyecto político que rechaza concesiones al centro. Este sector ve en la campaña de Matthei una renuncia a los principios conservadores en pos de un oportunismo electoral.
Los sondeos posteriores a estas declaraciones mostraron un estancamiento en la intención de voto de Matthei y una polarización creciente en el electorado de derecha. La disputa pública ha generado confusión entre los votantes, pero también ha evidenciado la necesidad de un debate profundo sobre el rumbo del sector.
Desde una mirada regional, en zonas tradicionalmente conservadoras, la figura de Kast sigue siendo fuerte, mientras que en los centros urbanos, la moderación de Matthei parece más atractiva. Esta dicotomía refleja un país dividido no solo en ideologías, sino en expectativas sobre cómo gobernar.
Este episodio deja en claro que la derecha chilena enfrenta una encrucijada: persistir en un discurso polarizador o buscar la amplitud y el pragmatismo. Ambas opciones conllevan riesgos y oportunidades.
La crítica de Ossa no solo puso en jaque a Kast, sino que forzó a todo el sector a repensar sus estrategias y discursos. La fragmentación interna puede debilitar la capacidad electoral, pero también puede abrir espacio para una renovación política que dialogue con un electorado más diverso.
En definitiva, esta disputa interna es un reflejo de las tensiones más amplias que atraviesan Chile: la búsqueda de identidad política, la respuesta a demandas sociales cambiantes y el desafío de construir consensos en un contexto polarizado.
El futuro de la derecha chilena dependerá de cómo se resuelva esta disputa, y de si logra equilibrar la experiencia administrativa con la fuerza movilizadora de sus bases. Por ahora, el coliseo político observa atento, mientras los gladiadores conservadores libran una batalla que podría definir el próximo ciclo electoral.