
El escenario político de la derecha chilena, tradicionalmente dominado por la coalición Chile Vamos, vive un momento de tensión inédita y posible transformación profunda. Desde la elección presidencial de 2021 y su consolidación en 2025, el liderazgo de José Antonio Kast ha puesto en jaque la hegemonía que la UDI y Renovación Nacional mantuvieron durante más de una década. Este fenómeno no solo reconfigura las alianzas y estrategias electorales, sino que también abre una grieta ideológica y generacional que obliga a repensar el futuro del sector.
Chile Vamos, que en 2017 logró 72 diputados y dominaba con fuerza en el Congreso, ha visto cómo su influencia se ha erosionado paulatinamente. En 2021, la coalición perdió 20 escaños en la Cámara de Diputados, mientras que el Partido Republicano, liderado por Kast, irrumpió con 14 representantes. La UDI, históricamente el pilar más sólido, enfrenta hoy una crisis interna que se manifiesta no solo en la pérdida de votos, sino en la fractura de su identidad política.
Desde la perspectiva de dirigentes históricos de la UDI, Kast no busca usurpar su espacio, sino más bien polarizar el debate público. Sin embargo, la intensidad con la que se han defendido las tradicionales posiciones indica un trasfondo más complejo. 'La renuncia de Kast a la UDI y su rechazo a las primarias muestran que va por más que solo polarizar', señala un analista político consultado para este informe.
José Antonio Kast, exmilitante de la UDI y figura central del Partido Republicano, ha capitalizado el descontento de un sector de votantes que considera a Chile Vamos demasiado moderado o complaciente con la izquierda. Su estrategia de no participar en primarias y competir directamente ha tensionado la unidad del bloque derechista.
Desde mayo de 2025, Kast se ha posicionado como el principal adversario del oficialismo en la carrera presidencial, desplazando a la candidata de Chile Vamos, Evelyn Matthei. Esta disputa no es solo electoral, sino también simbólica: Kast reivindica una herencia política ligada a Jaime Guzmán, con un discurso que apela a la identidad conservadora y a la crítica al establishment.
En regiones, el impacto de esta fractura es palpable. Sectores rurales y urbanos muestran simpatías divididas entre la estabilidad que ofrece Chile Vamos y la radicalidad propuesta por Kast. 'La derecha tradicional ha dejado de representar nuestras preocupaciones más inmediatas,' comenta un dirigente comunitario de la Región del Biobío, 'mientras que Kast habla un lenguaje que resuena con quienes sienten que sus problemas no son escuchados.'
Por otro lado, académicos y expertos en ciencias políticas advierten que esta polarización podría tener consecuencias imprevisibles en la gobernabilidad y en la capacidad de la derecha para articular políticas públicas coherentes.
Tras meses de observación y análisis, se puede concluir que la derecha chilena está en un proceso de reconfiguración que no solo implica cambios en sus liderazgos, sino también en sus bases sociales y discursos políticos. La posible sustitución de la UDI por el Partido Republicano como fuerza dominante en la derecha podría replicar el fenómeno que vivió la centroizquierda tras la irrupción de nuevos actores políticos.
Este proceso no está exento de riesgos: la fragmentación podría debilitar a la derecha en términos electorales y de influencia parlamentaria, pero también podría revitalizarla si logra articular un proyecto político que convoque a sus diversos sectores. La tensión entre continuidad y cambio, entre moderación y radicalidad, define hoy el dilema que enfrenta este sector.
El tiempo dirá si esta fractura es el preludio de una transformación profunda o simplemente un episodio más en la historia política chilena. Por ahora, el coliseo está abierto y los contendientes se preparan para la próxima batalla.