
Un desafío directo a la democracia chilena. Así puede leerse la declaración del diputado Johannes Kaiser, quien en julio de 2025 afirmó sin tapujos que apoyaría un nuevo golpe de Estado y la proscripción del Partido Comunista (PC). En una entrevista televisiva el 4 de julio, Kaiser sostuvo que "sin duda, absolutamente" respaldaría un quiebre institucional similar al de 1973, y que el PC debería ser prohibido como en algunos países europeos.
Este pronunciamiento no es un hecho aislado, sino la culminación de una trayectoria marcada por posturas que reviven heridas aún abiertas en la sociedad chilena. Kaiser también defendió el entrenamiento militar antisubversivo previo al golpe de 1973, argumentando que la clase política de entonces fue cómplice de prácticas que incluían torturas. Estas afirmaciones han desatado una ola de reacciones encontradas, que reflejan una sociedad dividida entre quienes ven en sus palabras un llamado a la defensa del orden y quienes denuncian un peligroso retroceso autoritario.
Desde la derecha libertaria, sectores afines a Kaiser valoran su discurso como un acto de valentía frente a lo que denominan "amenazas subversivas" y un llamado a la restauración del orden y la seguridad. Un dirigente del Frente Nacional Libertario señaló que "la democracia no puede sostenerse si no se enfrenta con firmeza a quienes buscan desestabilizarla".
Por otro lado, la izquierda y organizaciones de derechos humanos han condenado enérgicamente estas declaraciones. Una vocera del Partido Comunista afirmó que "estas palabras son un peligroso antecedente que legitima la violencia y amenaza la convivencia democrática". Además, académicos y analistas recuerdan que la proscripción de partidos políticos no solo es contraria a los principios democráticos, sino que reabre heridas de un pasado marcado por la represión.
En regiones con historia de movilización social, la propuesta de proscribir al PC y apoyar un golpe ha generado inquietud y protestas. Organizaciones sociales han convocado a manifestaciones para reafirmar el compromiso con la democracia y denunciar discursos que incitan al autoritarismo. En paralelo, sectores conservadores han expresado su temor ante lo que consideran una posible escalada de violencia y desorden.
Kaiser ha deslizado que la justicia debería investigar más profundamente al PC, sugiriendo vínculos con actividades ilegales y grupos armados del pasado. Sin embargo, expertos legales advierten que tales acusaciones deben basarse en evidencias sólidas y procesos transparentes, para evitar el uso político de la justicia.
Este episodio revela varias verdades incómodas para Chile. Primero, la fragilidad de la democracia cuando voces con influencia pública apelan a soluciones autoritarias. Segundo, la persistencia de divisiones políticas que no han sido plenamente resueltas desde la dictadura y el retorno a la democracia. Y tercero, la necesidad urgente de fortalecer el diálogo político y social para evitar que la polarización derive en crisis institucionales.
En definitiva, las palabras de Johannes Kaiser son un espejo de las tensiones que aún atraviesan a Chile, un país que debe confrontar su historia para construir un futuro donde la democracia no sea solo un ideal, sino una práctica compartida y respetada.