
El desplome del oro y la plata a fines de octubre de 2025 ha dejado una estela de incertidumbre y análisis que aún reverbera en los mercados globales y en la economía chilena, estrechamente ligada a estos activos refugio. El 21 de octubre, el oro al contado cayó hasta un 6,3%, situándose en 4.082,3 dólares por onza, mientras la plata sufrió una baja del 8,7%, marcando su peor jornada desde abril de 2013 y la mayor caída en más de cuatro años, respectivamente.
Este episodio no fue un accidente aislado, sino la culminación de meses de tensión en los mercados de metales preciosos. Tras un rally que llevó al oro por encima de los 4.300 dólares y a la plata a niveles no vistos en 45 años, los inversores comenzaron a tomar ganancias ante señales de sobrecompra y avances en negociaciones comerciales entre Estados Unidos y China. Además, la reciente apreciación del dólar y la expectativa de una posible normalización de las tasas de interés en EE.UU. jugaron un papel fundamental en esta corrección.
Ole Hansen, estratega de Saxo Bank, señaló a Bloomberg que "es durante las correcciones cuando se revela la verdadera fortaleza de un mercado", subrayando que la volatilidad puede ser un filtro para separar la especulación del valor real. Por su parte, Axel Botte, de Ostrum AM, apuntó que "algunos participantes creen que la subida del metal precioso puede haberse vuelto excesiva, lo que ha llevado a los tipos sin riesgo a recuperar su estatus de refugio seguro".
Desde el sector financiero, algunos analistas ven esta caída como una corrección sana en un mercado sobrecalentado, mientras que otros advierten sobre riesgos más profundos relacionados con el orden fiscal y monetario global. Barclays, por ejemplo, interpreta el repunte del oro en 2025 —que superó el 60% en el año— como un síntoma de inquietud creciente sobre la estabilidad económica mundial.
En contraste, los bancos centrales, que han sido grandes compradores desde 2022, mantienen una postura cautelosa, buscando diversificar reservas ante la incertidumbre geopolítica, especialmente tras el conflicto en Ucrania y las sanciones a Rusia. Un informe de Citi prevé que el oro podría estabilizarse cerca de los 4.000 dólares por onza en los próximos meses, en un escenario donde las negociaciones internacionales y la política monetaria marcan el ritmo.
Para Chile, principal productor mundial de cobre pero también con creciente interés en diversificar inversiones hacia metales preciosos, esta volatilidad genera un efecto doble. Por un lado, la caída del oro puede moderar la presión inflacionaria global y afectar los portafolios de inversión local; por otro, la incertidumbre en los mercados internacionales puede traducirse en mayor cautela para la inversión extranjera y la estabilidad financiera interna.
Además, los fondos cotizados (ETF) y pequeños inversores chilenos que se sumaron al rally de los metales preciosos han experimentado pérdidas significativas, lo que ha generado debates sobre la educación financiera y la gestión del riesgo en la sociedad.
Este episodio confirma varias verdades ineludibles: primero, que los mercados de metales preciosos siguen siendo un termómetro sensible de las tensiones geopolíticas y económicas globales; segundo, que la volatilidad es inherente a estos activos, y no solo un fenómeno pasajero; y tercero, que la interacción entre política internacional, decisiones de bancos centrales y comportamiento especulativo crea un escenario complejo, difícil de predecir pero imprescindible de entender.
Para el inversor chileno y global, la lección es clara: la búsqueda de refugios seguros no está exenta de riesgos, y la gestión informada y crítica es más necesaria que nunca. La caída del oro en octubre de 2025 no es solo un dato aislado, sino un capítulo más en la historia de un mercado que refleja las fragilidades y contradicciones del sistema económico mundial actual.