
En medio de un escenario político convulsionado y una sociedad que se redefine, la maternidad en Chile ha emergido como uno de los temas más complejos y multifacéticos del último año. Desde comienzos de 2025, el país ha visto un descenso sostenido en las tasas de natalidad, un fenómeno que ha encendido alarmas y debates en distintos sectores. Sin embargo, lejos de reducirse a cifras, la discusión ha puesto en evidencia las profundas contradicciones y desafíos que enfrenta la sociedad chilena respecto a la reproducción, la familia y los roles de género.
Las propuestas ultraconservadoras han reclamado un retorno a los valores familiares tradicionales, promoviendo la natalidad mediante incentivos económicos y una férrea oposición al aborto. En sus discursos, estas voces exaltan la maternidad como un deber casi sacrificial de la mujer, donde la entrega total al cuidado de los hijos se presenta como un ideal inmutable. Este enfoque, sin embargo, ha sido duramente criticado por sectores progresistas y feministas, que lo consideran una forma de invisibilizar la autonomía femenina y perpetuar desigualdades históricas.
Por otro lado, las candidaturas y movimientos progresistas han puesto sobre la mesa la necesidad de políticas estructurales que faciliten la conciliación entre trabajo y maternidad. Entre sus propuestas destacan la universalización de tratamientos de reproducción asistida, la externalización de los cuidados a través de servicios públicos accesibles, y la promoción del teletrabajo y la redistribución equitativa de las tareas domésticas y parentales. Este bloque reconoce que la maternidad no es una experiencia homogénea y que las condiciones socioeconómicas, la salud y la libertad de elección son factores determinantes.
Las voces ciudadanas reflejan esta disonancia. Mientras algunas mujeres se sienten presionadas por expectativas sociales o económicas para postergar o renunciar a la maternidad, otras luchan contra la precariedad y la falta de apoyo institucional para ejercerla en condiciones dignas. “No es solo decidir ser madre, es poder hacerlo sin perder tu proyecto de vida”, comenta una joven profesional en Santiago, sintetizando un sentimiento compartido por muchas.
Desde una perspectiva regional, las disparidades también son evidentes. En zonas rurales y en comunidades indígenas, la maternidad sigue siendo una experiencia marcada por el acceso limitado a servicios de salud y apoyo social, mientras que en las grandes ciudades las tensiones giran en torno a la conciliación laboral y la autonomía personal.
Este debate no solo es político o social, sino que también económico. El costo de la crianza y la falta de redes de cuidado adecuadas impactan directamente en la decisión de formar o ampliar una familia. En un país con alta desigualdad, la maternidad se convierte en un terreno donde convergen las luchas por la justicia social, el reconocimiento y la equidad de género.
Finalmente, el análisis riguroso permite concluir que no existe una receta única para revertir el descenso natalicio ni para definir el rol de la maternidad en la sociedad chilena contemporánea. Más bien, lo que se requiere es una brújula que oriente hacia una ética de colaboración social, donde los esfuerzos y las cargas del cuidado se distribuyan justamente, y donde la maternidad pueda surgir libremente, sin coerciones ni idealizaciones simplistas.
Este es el desafío que enfrentan los actores políticos, la sociedad civil y las familias chilenas: construir un marco de convivencia que reconozca la complejidad de la maternidad y que garantice condiciones dignas para todas las formas de ser madre.
2025-11-05
2025-11-07
2025-11-12