
Desde el alto el fuego acordado entre Israel y Hamás, la idea de una Fuerza de Estabilización Internacional (ISF) para garantizar la seguridad en Gaza ha quedado en un limbo político y operativo. El 3 de noviembre de 2025, ministros de exteriores de Turquía, Arabia Saudita, Jordania, Indonesia, Pakistán, Qatar y Emiratos Árabes Unidos se reunieron en Estambul para discutir su posible participación en esta misión. Sin embargo, la ausencia del ministro egipcio, país considerado líder potencial de la ISF, y la falta de una resolución clara del Consejo de Seguridad de la ONU han marcado la tónica de estas negociaciones.
El ministro turco Hakan Fidan expresó que los países musulmanes exigen un marco legal preciso que defina el mandato, las tareas y las reglas de enfrentamiento de la fuerza multinacional. La incertidumbre sobre estas condiciones ha provocado que ninguno de los países haya confirmado oficialmente el envío de tropas, pese a la presión internacional y la urgencia humanitaria en Gaza.
En el centro del debate está la función de la ISF: entrenar a una nueva policía palestina no vinculada a Hamás, asegurar las fronteras y supervisar la entrada de ayuda humanitaria. Según el plan del expresidente estadounidense Donald Trump, las tropas israelíes deben retirarse progresivamente, cediendo el control a la ISF, excepto en un perímetro de seguridad.
El Centro de Coordinación Cívico-Militar, liderado por militares estadounidenses y con representación árabe y europea, fue inaugurado hace semanas, pero aún no tiene fuerzas desplegadas. La coordinación y mediación entre la ISF y el ejército israelí sigue siendo un desafío sin resolver.
Las tensiones no solo son diplomáticas. Turquía acusó al gobierno israelí de sabotear el alto el fuego mediante ataques continuos y bloqueo del acceso a ayuda humanitaria, con más de 200 palestinos muertos desde el acuerdo. Israel, por su parte, ha vetado la participación turca en la misión, argumentando su cercanía con Hamás, aunque Estados Unidos intenta mediar para garantizar cierta inclusión.
Desde la perspectiva regional, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos muestran cautela, conscientes de que un despliegue sin un mandato claro podría agravar el conflicto. Jordania y Pakistán, con fuertes lazos históricos y religiosos con Palestina, insisten en la legitimidad internacional y la protección de civiles. Indonesia y Qatar, actores clave en la diplomacia islámica, abogan por un enfoque que priorice la reconstrucción y la ayuda humanitaria.
“Decidiremos si enviamos soldados según el contenido de la resolución, la definición de la misión y el mandato de la ISF”, afirmó Fidan. Esta frase resume la postura de muchos gobiernos que no quieren comprometer tropas sin garantías legales y operativas claras.
Para la comunidad internacional, la demora en el despliegue de la ISF implica un riesgo creciente de que el vacío de poder en Gaza se traduzca en más violencia y sufrimiento para la población civil. Mientras tanto, la reconstrucción de la Franja y la entrega de ayuda humanitaria siguen siendo obstáculos complejos.
Conclusiones y consecuencias:
- La falta de un mandato claro y una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU paraliza la misión de estabilización en Gaza.
- Las potencias musulmanas muestran una pluralidad de visiones, desde voluntad de participar hasta exigencias estrictas de marco legal.
- La exclusión de Turquía y las acusaciones mutuas entre Israel y países musulmanes complican aún más el escenario.
- Sin una fuerza internacional efectiva, el alto el fuego corre el riesgo de ser frágil y temporal, con consecuencias directas para la población civil y la estabilidad regional.
Este episodio revela las dificultades de construir una paz duradera en un conflicto con múltiples actores, intereses contrapuestos y heridas abiertas. La comunidad internacional enfrenta un desafío mayúsculo para transformar las palabras en acciones concretas que eviten nuevas tragedias en Gaza.
2025-10-17