
El despertar de la izquierda chilena en plena campaña presidencial ha puesto en evidencia una batalla interna que va más allá de la disputa electoral: es una pugna por el alma política y estratégica del oficialismo.
El 1 de julio de 2025, Jeannette Jara, flamante candidata presidencial del bloque de gobierno, inició negociaciones con los presidentes de los partidos oficialistas para conformar un comando unificado de cara a la primera vuelta de noviembre. Sin embargo, lo que en principio parecía un gesto de unidad pronto reveló profundas tensiones ideológicas y estratégicas.
Las críticas no tardaron en llegar tras la declaración pública del senador comunista Daniel Núñez, quien afirmó que Jara es marxista, entendiendo el marxismo como un método para interpretar la realidad y no un dogma rígido. Esta afirmación, lejos de ser un detalle menor, agudizó las preocupaciones en sectores del Socialismo Democrático y el Frente Amplio, que ven en el marxismo una carga ideológica que podría alejar a la candidatura de un electorado más moderado.
Jaime Quintana, senador y presidente del PPD, calificó las propuestas económicas de Jara como “kirchneristas” y basadas en un fortalecimiento de la demanda interna, lo que para él representa un riesgo en términos de crecimiento y estabilidad. Por su parte, Lautaro Carmona, presidente del Partido Comunista, reafirmó en enero de este año los principios marxistas-leninistas como columna vertebral de su colectividad, enfatizando la lucha de clases y la superación del capitalismo.
Ante estas tensiones, Jara ha intentado posicionarse como una candidata que convoca al centro político, destacando la necesidad de impulsar el crecimiento económico y la colaboración público-privada. Sin embargo, la contradicción entre su base comunista y los sectores más moderados de la coalición genera incertidumbre sobre la viabilidad de una plataforma electoral cohesiva.
“Hemos iniciado un camino de construcción programática conjunta, así como también de conformación del nuevo comando para enfrentar la primera vuelta presidencial con toda la amplitud y toda la generosidad que debemos tener entre nosotros”, aseguró Jara durante la reunión con los timoneles.
No obstante, la ausencia de respuestas claras a cuestionamientos sobre su identidad ideológica y el rol que jugará el marxismo en su campaña mantienen abierta la incógnita sobre la unidad real del bloque.
En regiones, la recepción ha sido igualmente compleja. Sectores populares y sindicales vinculados históricamente al PC ven en Jara una continuidad necesaria para avanzar hacia transformaciones profundas. En contraste, empresarios y clases medias urbanas manifiestan reservas ante una candidatura que, a su juicio, podría desestabilizar la economía y las instituciones.
En el Frente Amplio y el Socialismo Democrático, la preocupación radica en la posibilidad de que la izquierda oficialista se fracture, debilitando la opción progresista frente a la derecha representada por José Antonio Kast, cuyo avance ha generado alarma en la coalición.
La constitución de la mesa política del comando, integrada por los ocho presidentes de partido, es un intento formal por contener las diferencias y proyectar unidad. Sin embargo, las divergencias programáticas y estratégicas evidencian que el proceso será arduo y estará marcado por negociaciones constantes.
Además, la incertidumbre sobre la participación de figuras clave como Carolina Tohá, quien anunció su retiro de la primera línea política, añade un componente de inestabilidad interna.
Por último, la presión para conformar una lista parlamentaria única ante el avance de la derecha es otro frente donde la coalición deberá demostrar su capacidad de cohesión.
La candidatura de Jeannette Jara simboliza un momento crucial para la izquierda chilena: un enfrentamiento entre la fidelidad a principios ideológicos tradicionales y la necesidad de adaptarse a un electorado que demanda pragmatismo y moderación.
La tensión entre estas fuerzas no solo define la campaña presidencial, sino que también anticipa un ciclo político marcado por la disputa interna y la búsqueda de un nuevo equilibrio en el progresismo chileno. La capacidad de la coalición para gestionar estas diferencias será determinante para su éxito electoral y la estabilidad política del país en los próximos años.
2025-11-05