
Un escenario donde la gobernabilidad se juega a contrarreloj. Desde mediados de 2025, la coalición oficialista ha enfrentado un desafío mayúsculo: integrar al Partido Comunista (PC) en un gobierno que pretende ser plural y eficiente, pero que no logra escapar de las sombras de las caricaturas políticas.El 1 de julio, la ministra secretaria general de Gobierno (s), Aisén Etcheverry, salió a defender con vehemencia la participación del PC en el Ejecutivo, calificando de "caricaturas" las acusaciones de posiciones extremas que se atribuyen a esa colectividad. Su argumento central fue que los militantes comunistas en el gobierno han mostrado un "nivel de profesionalismo altísimo" y un compromiso con la gestión pública que trasciende las divisiones ideológicas tradicionales.
Sin embargo, esta defensa pública no ha logrado disipar las dudas ni las críticas que persisten en distintos sectores políticos y sociales. Por un lado, desde la derecha y sectores liberales, se mantiene una mirada crítica que ve en la presencia del PC un riesgo para la estabilidad económica y la moderación política. Un analista de la Universidad Católica comentó a este medio: "La inclusión del PC genera desconfianza en mercados y actores clave, lo que podría limitar la capacidad de maniobra del gobierno".
Por otro lado, dentro de la propia coalición, la victoria de Jeannette Jara en las primarias del progresismo ha puesto en evidencia tensiones internas. Aunque los candidatos derrotados, como Carolina Tohá (Socialismo Democrático), Gonzalo Winter (Frente Amplio) y Jaime Mulet (FRVS), mostraron gestos públicos de unidad, las diferencias en visiones y estilos de liderazgo siguen latentes.La ministra Etcheverry destacó que la foto de la coalición felicitando a Jara simboliza un compromiso con la gobernabilidad, pero fuentes internas reconocen que la cohesión es más frágil de lo que aparenta.
Desde una perspectiva social, la ciudadanía muestra un sentimiento ambivalente. Encuestas recientes reflejan que, si bien existe apoyo a la idea de un gobierno plural, también hay preocupación por la capacidad de este para enfrentar los problemas estructurales del país sin caer en parálisis o conflictos internos. Una dirigente social de la Región del Biobío señaló: "Queremos que se escuchen todas las voces, pero también que se actúe con responsabilidad y eficacia".
Históricamente, la participación del Partido Comunista en gobiernos democráticos en Chile ha sido un tema que genera debates intensos. La desconfianza tiene raíces en episodios del siglo XX, pero también en la polarización política actual, que dificulta la construcción de consensos duraderos.
En términos socioeconómicos, la coalición enfrenta la tarea de implementar reformas claves, como la reforma de pensiones, que requieren acuerdos transversales y una gestión técnica rigurosa. La experiencia reciente con la aprobación de dicha reforma, en la que participaron figuras como Jeannette Jara y Mario Marcel, mostró que la negociación es posible, aunque compleja.Este logro se ha usado como ejemplo por la ministra Etcheverry para desmentir la idea de que las diferencias partidarias impiden avanzar en políticas públicas.
No obstante, el desafío sigue siendo enorme. La coalición debe equilibrar las expectativas internas y externas, manejar la presión de una opinión pública fatigada por la inestabilidad y superar la tendencia a los discursos simplistas que reducen a caricaturas a sus actores políticos.
Conclusiones que se imponen:
- La inclusión del Partido Comunista en el Ejecutivo es un hecho consumado, pero no exento de controversia ni tensiones internas.
- La gobernabilidad se sostiene por acuerdos pragmáticos, pero la cohesión política sigue siendo un terreno frágil y en disputa.
- La narrativa de "caricaturas extremas" no se sostiene ante el profesionalismo demostrado, aunque persisten desconfianzas legítimas desde distintos sectores.
- La ciudadanía demanda no solo pluralidad, sino eficacia y responsabilidad en la gestión pública.
Este episodio confirma que la política chilena en 2025 sigue siendo un coliseo donde se enfrentan no solo proyectos y partidos, sino también las expectativas y frustraciones de un país que busca estabilidad sin renunciar a la diversidad. La tarea de los actores políticos es, por tanto, mayor que nunca: construir puentes reales y dejar atrás las simplificaciones que solo sirven para profundizar la fractura social.