Ucrania y Rusia: drones, destrucción y niños en la guerra que no termina

Ucrania y Rusia: drones, destrucción y niños en la guerra que no termina
Internacional
América Latina
2025-11-23
Fuentes
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- Ataques de drones ucranianos a infraestructura rusa

- Daños masivos y reconstrucción en la frontera rusa de Bélgorod

- Niños ucranianos militarizados y secuestrados en medio del conflicto

La ofensiva con drones ucranianos contra una central eléctrica rusa y los ataques constantes en la región fronteriza de Bélgorod revelan un conflicto que se extiende más allá del campo de batalla, afectando tanto la infraestructura civil como a las generaciones más jóvenes.

El 23 de noviembre de 2025, drones ucranianos atacaron la central eléctrica de Shatura, a 100 kilómetros al este de Moscú, provocando incendios en tres transformadores y obligando a conectar el suministro eléctrico a líneas de emergencia, aunque sin interrupciones ni heridos. El gobernador regional, Andréi Vorobiov, informó que los sistemas de defensa antiaérea derribaron varios drones, pero algunos impactaron en la central. Paralelamente, se reportaron ataques similares en otras regiones rusas, incluyendo Vorónezh y Riazán, con decenas de drones derribados por la defensa rusa.

En la frontera con Ucrania, la región rusa de Bélgorod ha sufrido daños masivos: 50.000 viviendas fueron destruidas o dañadas por ataques ucranianos, según admitió el gobernador Viacheslav Gladkov. Aunque 43.000 ya han sido restauradas con fondos federales, la magnitud del daño y la persistencia de ataques —62 drones en 24 horas, además de misiles y morteros— mantienen en vilo a la población local. Gladkov expresó dudas sobre el retorno completo de los desplazados, quienes habitan en alojamientos temporales, viviendas alquiladas o con familiares.

Estas ofensivas no solo impactan en la infraestructura y la vida civil, sino que también se entrelazan con una dimensión humana profundamente inquietante: la militarización y el secuestro de niños ucranianos.

Desde 2022, Rusia ha implementado programas como Yunarmiya (Ejército Joven), que reclutan a niños ucranianos en territorios ocupados para adoctrinarlos y entrenarlos con fines militares. En escuelas de la región de Jersón, bajo ocupación rusa, niños desde los 8 años reciben uniformes, entrenamientos y privilegios especiales, mientras que quienes se niegan enfrentan castigos y discriminación. Según investigaciones de BBC News Mundo, más de 120.000 niños ucranianos forman parte de estas unidades, y se estima que 1,8 millones pertenecen a Yunarmiya en Rusia.

"A los niños se les enseña a besar la bandera rusa, cantar el himno y manejar armas", explica Vladislav Golovin, líder de Yunarmiya y veterano del asedio de Mariúpol. Este adoctrinamiento incluye la distorsión de la historia y la demonización de Ucrania, presentándola como un estado neonazi. La militarización temprana, combinada con el secuestro y traslado forzado de menores a Rusia —acusado por la Corte Penal Internacional como crimen de guerra—, configura un escenario de violación sistemática de derechos humanos.

En medio de esta tragedia, el papa León XIV recibió recientemente a cuatro adolescentes ucranianos que lograron regresar tras haber sido secuestrados por Rusia, un gesto que visibiliza la dimensión humana y la esperanza en medio del conflicto.

Perspectivas divergentes

Desde el gobierno ruso, la narrativa oficial insiste en que los niños en Yunarmiya participan voluntariamente y que los traslados de menores buscan protegerlos. En contraste, Ucrania y organismos internacionales denuncian el reclutamiento forzado y la deportación como crímenes de guerra y violaciones graves de derechos.

En la frontera, mientras las autoridades rusas promueven la reconstrucción con fondos federales, la población local vive entre el miedo a nuevos ataques y la incertidumbre sobre su futuro habitacional y social. La ofensiva ucraniana, aunque criticada por Moscú como terrorismo, es vista en Ucrania como una estrategia legítima de resistencia y debilitamiento del adversario.

Conclusiones y consecuencias

Este episodio confirma que la guerra entre Ucrania y Rusia ha trascendido el campo militar para afectar la infraestructura civil vital y las bases sociales de ambos países. La utilización de drones ha ampliado el alcance del conflicto, generando daños materiales significativos y alterando la vida cotidiana de miles de civiles.

Más grave aún es la militarización y el secuestro de menores, que no solo viola normas internacionales, sino que fractura el tejido social y cultural de Ucrania, con consecuencias que se proyectan a largo plazo en la reconciliación y la reconstrucción posconflicto.

La recepción de niños ucranianos liberados por parte del Vaticano simboliza la urgencia de acciones humanitarias y diplomáticas que trasciendan la violencia, mientras el mundo observa cómo la guerra sigue moldeando destinos con impactos que van más allá de las armas y las fronteras.

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Fuentes: Cooperativa.cl, BBC News Mundo, TASS, declaraciones oficiales de autoridades rusas y ucranianas, Corte Penal Internacional, informe de la Escuela de Salud Pública de Yale.