
Un frío sin precedentes marcó el 30 de junio de 2025 en Chile y Argentina, ubicando a ambos países como los más gélidos del mundo fuera de los polos. Las temperaturas descendieron hasta -18,9°C en Balmaceda y -16°C en zonas patagónicas argentinas, mientras la estabilidad atmosférica generada por un potente anticiclón polar extendió heladas y escarchas severas en un vasto territorio que va desde la Patagonia hasta la zona central chilena.
Este fenómeno no solo se tradujo en cifras extremas, sino que puso en evidencia las múltiples capas de vulnerabilidad social y territorial. En Chile, localidades como Curacaví y Pirque registraron temperaturas bajo cero, afectando a comunidades rurales y urbanas. En Argentina, la situación llevó a la cancelación de clases en provincias como Buenos Aires y Córdoba, y a la emisión de alertas sanitarias para proteger a niños, adultos mayores y personas en situación de calle.
Desde el mundo político, las reacciones fueron disímiles. El gobierno chileno destacó la coordinación interministerial para enfrentar la emergencia y llamó a la población a mantener medidas preventivas, mientras sectores de oposición cuestionaron la falta de inversión en infraestructura y sistemas de calefacción social adecuados para enfrentar estos extremos. “No podemos seguir reaccionando ante cada ola polar como una sorpresa; esto es parte de un patrón que exige políticas públicas robustas y sostenibles”, señaló una diputada de oposición.
En Argentina, el debate se centró en la capacidad del Estado provincial para responder a las crisis climáticas, con críticas hacia la falta de preparación en zonas rurales y la insuficiente red de protección social.
Expertos meteorológicos y climatólogos coinciden en que este episodio es un reflejo de la creciente volatilidad climática que afecta a la región. “La persistencia del anticiclón polar y la intensidad del frío son indicios claros de una atmósfera que se comporta de manera más extrema, producto del cambio climático global”, explica un investigador del Centro de Estudios Climáticos de la Universidad de Chile.
Sin embargo, esta afirmación genera debate entre sectores que advierten contra simplificaciones, recordando que fenómenos extremos pueden tener causas multifactoriales y que la adaptación territorial debe considerar también aspectos socioeconómicos y culturales.
Las comunidades afectadas relatan con crudeza las dificultades para acceder a calefacción adecuada, la interrupción de actividades cotidianas y el impacto en la salud, especialmente en grupos vulnerables. En redes sociales, usuarios compartieron imágenes de escarcha, caminos bloqueados y relatos de solidaridad vecinal, evidenciando una realidad que va más allá de los números.
Este episodio extremo de frío en Chile y Argentina no es un evento aislado ni un simple dato meteorológico. Desnuda la fragilidad de sistemas sociales y ambientales frente a fenómenos climáticos cada vez más intensos y frecuentes. La diversidad de respuestas políticas, la multiplicidad de impactos sociales y la complejidad del análisis climático invitan a una reflexión profunda sobre la preparación, la equidad y la sostenibilidad en la región.
En definitiva, el invierno de 2025 ha dejado una marca indeleble que desafía a gobiernos, científicos y ciudadanos a repensar la relación con un clima que ya no puede ser considerado predecible ni benigno.
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Fuentes: Dirección Meteorológica de Chile, Servicio Meteorológico Nacional de Argentina, análisis del Centro de Estudios Climáticos Universidad de Chile, reportes ciudadanos y medios regionales.