
Claudio Rodríguez Díaz no es un nombre que haya resonado en los discursos públicos ni en los debates televisivos durante la campaña presidencial de Jeannette Jara. Sin embargo, su influencia en la estrategia y en el entorno cercano de la candidata del oficialismo fue decisiva. Este trabajador social de la Universidad Católica, militante del Partido Comunista desde 1994, se convirtió en la figura clave detrás de escena, el “pinche” al que Jara misma ha reconocido como su mano derecha.
La historia de Rodríguez en la política chilena es la de un estratega de bajo perfil pero con un conocimiento profundo de las calles y las demandas sociales. Ha sido dirigente regional, secretario comunal en La Granja y parte del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz, centro de estudios del PC. Su formación política y social rigurosa, junto a un pensamiento analítico y estratégico, lo posicionan como un actor fundamental para entender la campaña de Jara y su posterior ascenso.
Su relación con Jeannette Jara va más allá de lo estrictamente político. Son pareja desde hace ocho años y comparten un espacio cotidiano que incluye escapadas a una parcela en Padre Hurtado, donde hacen asados y encuentran tranquilidad. Esta convivencia cercana ha permitido un intercambio constante de ideas y apoyo emocional que, según fuentes cercanas, fue vital para la candidata durante los meses más intensos de la campaña.
Pero Rodríguez no buscó protagonismo público. Su primera aparición oficial junto a Jara fue en el cierre de campaña en Plaza Maipú, donde saludó brevemente al público junto al hijo de la candidata. Esta decisión fue consciente y política: mantener un perfil bajo para no distraer la atención ni generar controversias innecesarias.
Desde su rol en la Dirección Nacional del Registro Civil como coordinador regional de gabinete, ha sabido equilibrar su trabajo público con la labor política y el apoyo constante a Jara. Su influencia se extiende incluso a la elaboración del programa de gobierno, donde habría aportado con ideas y análisis desde su mirada de trabajador social.
Las voces que lo conocen lo describen como una persona simpática, racional, inteligente y cercana, con gustos tan cotidianos como ser hincha de Colo-Colo y amante del fútbol. Esta humanidad contrasta con la imagen fría y distante que a veces se asocia a las figuras políticas, y ha permitido que sea un interlocutor respetado dentro del mundo comunista.
La campaña de Jara, que se enfrentó a un escenario político polarizado y complejo, encontró en Rodríguez un apoyo silencioso pero firme. Mientras la candidata desplegaba su discurso en público, él tejía redes, analizaba escenarios y construía desde la base.
Este caso pone en evidencia una verdad clave de la política chilena contemporánea: no todos los protagonistas visibles son los que mueven los hilos decisivos. La estrategia política requiere también de esos “pinches” que, lejos de las cámaras, sostienen la estructura y enfrentan la complejidad del terreno.
En definitiva, la figura de Claudio Rodríguez nos recuerda que el poder no siempre se exhibe en el primer plano. A veces, se construye en la intimidad de la confianza, en las conversaciones cotidianas y en la convicción compartida de un proyecto político. La campaña de Jeannette Jara no solo fue la suya, sino también la de quienes, como Rodríguez, apostaron a un liderazgo silencioso pero fundamental.