
A mediados de 2025, el tablero electoral chileno experimentó un giro dramático que ha marcado el pulso político del país en los últimos meses. Evelyn Matthei, candidata tradicional de Chile Vamos, sufrió una caída abrupta de 9 puntos porcentuales en las encuestas Cadem entre mayo y junio, desplazándola del primer lugar que había mantenido durante meses. En paralelo, José Antonio Kast, líder del Partido Republicano, y Carolina Jara, representante de Unidad por Chile, consolidaron su paso a una segunda vuelta presidencial, configurando un escenario que desafía las certezas previas.
El desplome de Matthei no solo sorprendió a su propio sector, sino que abrió un espacio de incertidumbre en la derecha tradicional. “La caída refleja una crisis interna que no ha sabido responder a las demandas sociales y económicas actuales”, señaló un analista político cercano a la centroizquierda. Por otra parte, fuentes del oficialismo reconocen que “la fragmentación del electorado y la emergencia de figuras más polarizadas como Kast obligan a repensar la estrategia”.
Kast, por su parte, capitalizó ese vacío con un discurso que combina conservadurismo social y propuestas económicas de corte liberal, lo que le ha permitido captar un electorado desencantado con los partidos tradicionales. “Su ascenso es un fenómeno que refleja el auge de la derecha más dura y un rechazo creciente a la centroizquierda”, explicó un académico de ciencias políticas.
Carolina Jara, en tanto, irrumpió como la carta fuerte de la centroizquierda, con un discurso que busca amalgamar demandas sociales con pragmatismo político. Sin embargo, sus resultados en segunda vuelta frente a Kast proyectan una derrota contundente, mientras que en un hipotético balotaje con Matthei, la disputa se presenta más equilibrada.
En regiones como el Biobío y La Araucanía, la volatilidad electoral se traduce en un electorado dividido y crispado. Campesinos, trabajadores y jóvenes expresan desconfianza tanto hacia las élites políticas como hacia las nuevas figuras emergentes. “Ninguno representa realmente nuestras necesidades, pero Kast parece ser el único que no teme decir lo que piensa”, confesó un dirigente social local.
En contraste, sectores urbanos y universitarios manifiestan preocupación por el avance de discursos que consideran excluyentes y temen una profundización de la polarización. Organizaciones civiles llaman a un diálogo amplio y a superar el ciclo de confrontación.
Tras meses de observación y análisis, se constata que la caída de Matthei no es un fenómeno aislado, sino el reflejo de un cambio profundo en las preferencias electorales y en la composición social del electorado. La emergencia de Kast y Jara como protagonistas redefine las alianzas políticas y obliga a una revisión de las estrategias partidarias.
La fragmentación y volatilidad presentan riesgos claros: la posibilidad de una segunda vuelta polarizada, la dificultad para construir consensos y la amenaza de una mayor inestabilidad social y política. Sin embargo, también abren la puerta a debates más profundos sobre el modelo de desarrollo, la inclusión social y el rol del Estado.
En definitiva, este escenario electoral es un espejo de las tensiones que atraviesan Chile hoy: entre tradición y renovación, entre demandas sociales y realismo político, entre la esperanza y la incertidumbre. La historia de esta elección está aún en desarrollo, pero ya ha dejado lecciones sobre el poder de la transformación y los límites de la continuidad.