
El escenario tras las primarias presidenciales del oficialismo chileno ha dejado al descubierto una coalición fracturada y un Gobierno que se juega su última carta para revertir la tendencia adversa de cara a las elecciones de noviembre. El 30 de junio de 2025, Jeannette Jara, la ganadora de la primaria, visitó al Presidente Gabriel Boric para recibir su respaldo y proyectar una campaña basada en la unidad y el diálogo. Sin embargo, esta aparente cohesión se enfrenta a un telón de fondo de tensiones abiertas entre los partidos que componen la coalición gobernante, especialmente entre el Socialismo Democrático y el Frente Amplio, cuyas disputas internas han dejado cicatrices difíciles de sanar.
Jara ha hecho de la unidad el mantra de su campaña. 'No se trata de imponer nada, sino de generar confianzas y construir juntos', ha repetido en sus apariciones públicas, apuntando a la Democracia Cristiana y otros partidos para ampliar la base oficialista. Su estrategia incluye un enfoque regional, con énfasis en problemáticas concretas como la conectividad en San Pedro de la Paz o la locomoción nocturna en Valparaíso, que buscan conectar con las demandas ciudadanas más allá de Santiago.
Pero esta búsqueda de consensos no ha estado exenta de desafíos. La baja participación en las primarias y las recriminaciones cruzadas entre sectores han profundizado la crisis del oficialismo. El comité político encabezado por el ministro del Interior Álvaro Elizalde, sin la presencia del Presidente Boric, reflejó la urgencia de remendar estas relaciones para evitar un desplome electoral.
Desde el oficialismo, la vocera subrogante Aisén Etcheverry insiste en que la elección presidencial está abierta y que el triunfo de Jara representa una oportunidad para recomponer la unidad. 'Este es un sector que entrega gobernabilidad y debate con propuestas', afirma, en contraste con la percepción de una derecha que lidera en las encuestas.
En cambio, críticos internos y analistas políticos advierten que la cohesión es frágil y que la dispersión de fuerzas podría facilitar la victoria de la oposición. La inclusión o no de la Democracia Cristiana en una lista parlamentaria única es un punto de tensión que revela las dificultades para construir una alianza amplia y funcional.
El propio Presidente Boric ha enviado señales claras a los timoneles de los partidos para que terminen con los conflictos internos y avancen hacia una lista unificada que asegure el éxito del progresismo. En un almuerzo del comité político ampliado participaron representantes de todas las colectividades, ministros y diputados, donde se acordó retomar las negociaciones con la DC, aunque sin garantías de un acuerdo rápido.
La historia que se despliega ante los ojos de Chile no es solo la de una campaña electoral, sino la de un oficialismo que enfrenta su prueba más dura: la reconciliación consigo mismo y con la ciudadanía. La apuesta de Jeannette Jara por la unidad y el diálogo es sincera, pero la realidad muestra una coalición con heridas profundas y con poco margen para errores.
El tiempo apremia: quedan menos de nueve meses de gobierno y la primera vuelta presidencial está a la vuelta de la esquina. La capacidad de recomponer alianzas, presentar un programa coherente y conectar con las demandas sociales será determinante para evitar una derrota que podría redefinir el mapa político chileno.
En definitiva, la unidad en la centroizquierda no es solo un deseo, sino una necesidad imperiosa; sin embargo, su concreción dependerá de la voluntad real de sus actores y de la capacidad para superar las tensiones que han marcado los últimos meses. Mientras tanto, la ciudadanía observa con atención, consciente de que en esta contienda se juega mucho más que una elección: se dirime el futuro político y social del país.