La fractura oficialista tras las primarias: un desafío para la gobernabilidad rumbo a noviembre

La fractura oficialista tras las primarias: un desafío para la gobernabilidad rumbo a noviembre
Actualidad
Política
2025-11-23
Fuentes
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- Tensión interna en la coalición oficialista tras resultados inesperados.

- Baja participación electoral que cuestiona el compromiso ciudadano.

- Urgencia política para recomponer alianzas antes de la elección presidencial.

Un escenario de fractura y urgencia se instaló en el oficialismo chileno luego de las primarias presidenciales de junio de 2025, donde Jeannette Jara emergió como la candidata única con un respaldo contundente, pero también dejando al descubierto profundas fisuras entre los partidos que sostienen al gobierno. El 29 de junio, Jara obtuvo un 60% de los votos, superando ampliamente a sus rivales del Socialismo Democrático y el Frente Amplio. Sin embargo, esta victoria no ha significado un punto de unión, sino más bien el inicio de un complejo proceso para recomponer una coalición que exhibe tensiones latentes desde la campaña.

El presidente Gabriel Boric, consciente del riesgo que implica esta división, tomó un rol activo para mitigar el daño. El 30 de junio, se reunió en su domicilio con Jara en un gesto que busca no solo respaldar a la candidata, sino también reparar las relaciones entre los partidos base del oficialismo, marcadas por recriminaciones públicas y una baja participación electoral que cayó un 20% respecto a las primarias de 2021.

Desde la perspectiva del Socialismo Democrático, la derrota fue un llamado de atención que evidencia la necesidad de un cambio estratégico y mayor unidad. Por su parte, el Frente Amplio, que quedó relegado a un tercer lugar, mantiene una postura crítica respecto a la conducción del oficialismo, señalando que la dispersión de las fuerzas progresistas y la falta de una agenda común clara han debilitado la competitividad frente a la derecha.

En contraste, voces desde el Partido Comunista y sectores más afines a Jara celebran el triunfo como una oportunidad para consolidar un proyecto político más cohesionado y con mayor capacidad de movilización social, aunque reconocen que el camino no estará exento de desafíos internos.

A nivel regional, el impacto de esta fractura se traduce en incertidumbre para los electores que buscan una alternativa sólida frente a la derecha, que según las encuestas mantiene una ventaja significativa. La baja participación electoral pone en evidencia una apatía o desencanto que podría afectar la legitimidad del proceso y la gobernabilidad futura.

“Las elecciones de noviembre están absolutamente abiertas”, afirmó la vocera de gobierno, Aisén Etcheverry, enfatizando que la disputa aún no está definida y que el oficialismo debe trabajar con urgencia para fortalecer su posición. Sin embargo, fuentes internas reconocen que el tiempo es limitado y que la recomposición del bloque oficialista es clave para evitar una derrota que podría marcar un giro político profundo.

Conclusiones claras emergen del análisis de estos hechos: la victoria de Jara no ha sanado las heridas internas, sino que las ha puesto en evidencia con mayor crudeza. La dispersión y las diferencias ideológicas dentro del oficialismo representan un desafío para la gobernabilidad y la capacidad de ofrecer una alternativa convincente a la ciudadanía. La baja participación electoral añade un componente de fragilidad democrática que no puede ser ignorado.

Este episodio revela que la política chilena atraviesa un momento de reconfiguración donde el éxito electoral no garantiza la unidad ni la estabilidad. El oficialismo debe enfrentar una encrucijada: o logra un acuerdo estratégico y programático que integre sus diversas corrientes, o arriesga perder no solo la elección presidencial, sino también el control de la agenda política nacional en los próximos años.

Las próximas semanas serán decisivas para observar si la coalición puede transformar esta crisis en una oportunidad para renovarse o si, por el contrario, la fractura se profundizará, dejando a Chile ante un escenario político más fragmentado y polarizado que nunca.