
El 29 de junio de 2025, el mundo político chileno fue testigo de un giro que pocos anticiparon con tal contundencia. Jeannette Jara, candidata del Partido Comunista, se impuso en la primaria presidencial de la coalición de gobierno, dejando atrás a figuras emblemáticas del Socialismo Democrático y el Frente Amplio. Este resultado no solo impactó en la aritmética electoral, sino que desató una serie de reacciones y tensiones que hoy, meses después, permiten comprender mejor las fracturas y esperanzas que atraviesan la izquierda chilena.
El oficialismo, liderado por el Presidente Gabriel Boric, reconoció en privado la dificultad para digerir la derrota frente a un Partido Comunista que capitalizó el descontento y la búsqueda de una identidad política más clara y combativa. “Es un momento de reflexión profunda”, admitió un dirigente del Socialismo Democrático, evidenciando la incertidumbre que sembró el resultado.
En contraste, a la izquierda del oficialismo, el triunfo de Jara fue recibido con júbilo. Exconvencionales de la extinta Lista del Pueblo, colectivo que marcó la Convención Constitucional con su discurso crítico y rupturista, expresaron su apoyo explícito. Figuras como Giovanna Grandón, conocida popularmente como la "tía Pikachu", y Manuel Woldarsky participaron activamente en la campaña de Jara, celebrando lo que consideran un avance hacia una izquierda más auténtica y representativa.
Esta dinámica evidenció la tensión entre dos izquierdas: una institucionalizada y otra emergente, más ligada a movimientos sociales y demandas territoriales. La exconstituyente Alejandra Pérez, caracterizada por su activismo y estilo disruptivo, estuvo presente en el comando de Jara, reafirmando la esperanza de un cambio real. Mientras tanto, sectores del Frente Amplio y Socialismo Democrático, aunque respetaron el resultado, manifestaron preocupación por la fragmentación y el riesgo de perder hegemonía política.
En regiones como Valparaíso, el respaldo de figuras como Tania Madriaga, exconstituyente y cercana al alcalde Jorge Sharp, mostró que el triunfo de Jara no es solo un fenómeno de la capital, sino que resuena en territorios donde las demandas sociales y la desafección política han calado hondo. Sin embargo, esta realidad también genera debates sobre la gobernabilidad y las alianzas necesarias para enfrentar las próximas elecciones presidenciales y legislativas.
A seis meses del resultado, se constata que el triunfo de Jeannette Jara ha puesto en evidencia una izquierda fragmentada, donde la disputa por el liderazgo y la definición ideológica se juega en múltiples frentes. La coalición de gobierno enfrenta el desafío de recomponer su unidad sin diluir las demandas sociales que dieron fuerza al Partido Comunista. Asimismo, la oposición observa con atención cómo este reordenamiento puede modificar el mapa electoral y las estrategias para 2026.
En definitiva, la historia de este triunfo no es solo la de una candidatura, sino la de un país en búsqueda de su identidad política, con sus luces y sombras, donde las tensiones internas se convierten en el escenario de una disputa que va más allá de las urnas. “No se trata solo de ganar elecciones, sino de construir un proyecto que convoque y contenga”, reflexionó un analista político consultado para este informe.
La izquierda chilena, en su diversidad y contradicciones, sigue en pleno desafío, y el triunfo de Jeannette Jara es, sin duda, una de las piezas clave para entender el futuro inmediato del país.