
En un giro que parecía inevitable pero que solo ahora se refleja con números concretos, el sistema de medición del rating televisivo en Chile ha experimentado una transformación profunda. Desde el 24 de junio de 2025, Kantar Ibope Media implementó una nueva metodología que incorpora dispositivos como People Meter 7 y Focal Meter, permitiendo registrar no solo la televisión abierta tradicional, sino también el consumo en cable, plataformas digitales y dispositivos móviles. Este avance técnico ha desnudado cambios en el comportamiento del público que, hasta ahora, solo se intuían.
El cambio más llamativo es la confirmación de que los chilenos ven más YouTube en sus televisores que en celulares o computadores. Este dato, que puede parecer un detalle, en realidad marca un quiebre en la manera en que se consume contenido audiovisual, desplazando la centralidad del smartphone y la PC hacia pantallas más grandes y compartidas en el hogar.
Desde la perspectiva de los canales nacionales —Chilevisión, Mega, Canal 13 y TVN—, este fenómeno representa tanto una oportunidad como un desafío. Por un lado, la medición más precisa y multidispositivo permite ajustar mejor la oferta y las estrategias publicitarias. Por otro, obliga a repensar la programación para captar audiencias fragmentadas y más heterogéneas.
Ignacio Mirchak, Country Leader de Kantar Ibope Media en Chile, señala que "la digitalización ha cambiado radicalmente el consumo de contenido, y nuestra medición debe reflejar esa realidad para optimizar la inversión publicitaria y apoyar decisiones estratégicas".
Sin embargo, no todos los actores ven esta transformación con optimismo uniforme. Desde el sector académico y crítico, se advierte que la nueva medición podría privilegiar contenidos de alta rotación y formatos sensacionalistas que atraen clics rápidos, en detrimento de producciones culturales o informativas de mayor profundidad. Además, voces regionales plantean que la concentración mediática en Santiago podría distorsionar la representación de audiencias en provincias, a pesar de la ampliación a 16 regiones en la medición.
Por su parte, usuarios y consumidores muestran una relación ambivalente con el cambio: valoran la diversidad de plataformas y la accesibilidad, pero también expresan cansancio frente a la saturación de contenido y la dificultad para filtrar información de calidad.
El paso a valores absolutos en la medición, en lugar de porcentajes, ha permitido conocer con mayor exactitud cuántas personas realmente ven cada programa, un dato fundamental para anunciantes y productores. Esta precisión abre la puerta a un mercado publicitario más eficiente, pero también puede acentuar la competencia feroz entre canales y plataformas, con consecuencias en la calidad y diversidad de la oferta.
En síntesis, el nuevo mapa del rating televisivo chileno es un reflejo de la compleja transición digital que vive el país. La tecnología ha permitido una mirada más realista y amplia del consumo, pero también ha puesto en evidencia tensiones entre modernidad y tradición, centralismo y regionalismo, calidad y cantidad.
La pregunta que queda en el aire es si este cambio favorecerá una televisión más plural y reflexiva, o si reforzará dinámicas comerciales que privilegian lo inmediato y superficial. Lo cierto es que, para los espectadores, la pantalla es ahora un campo de batalla donde se juega no solo la atención, sino también la cultura y la identidad nacional.