
Una transformación estratégica en la campaña presidencial de Evelyn Matthei se ha consolidado semanas después de la primaria oficialista, evidenciando un choque de roles y expectativas dentro de Chile Vamos. El 24 de junio de 2025, Matthei convocó a alcaldes de la coalición a una reunión en su residencia en Las Condes, donde se decidió poner fin al modelo de once voceros de campaña, entre ellos cinco jefes comunales, para dar paso a un despliegue territorial más coordinado y efectivo.
Este cambio no es solo un ajuste táctico, sino la expresión de tensiones acumuladas. Por un lado, alcaldes como Felipe Alessandri (Lo Barnechea) y Jaime Bellolio (Providencia) han señalado las limitaciones legales que enfrentan para ejercer la vocería: 'como alcaldes tenemos una limitación que no tienen los parlamentarios. Nosotros solo podemos participar de campañas después del horario de trabajo'. Esta restricción impuesta por la Contraloría General de la República obliga a que su participación política se limite a fuera de la jornada laboral y con recursos propios.
Por otro lado, el comando ha decidido centralizar la vocería en figuras parlamentarias, con Diego Paulsen (RN) como principal portavoz, mientras que los alcaldes se encargan del trabajo en terreno, bajo la coordinación de Felipe Valdovinos (UDI). Esta reestructuración busca aprovechar mejor las fortalezas de cada actor y evitar la dispersión comunicacional que afectó la etapa previa.
Perspectivas encontradas emergen de esta decisión. Desde la coalición oficialista, algunos interpretan la medida como una respuesta necesaria para enfrentar con mayor claridad y fuerza la segunda vuelta presidencial. La etapa posterior a la primaria exige un despliegue más intenso y focalizado, según Alessandri: 'Desde el lunes, tras la primaria oficialista, empezamos una nueva etapa sabiendo quién es el contrincante que vamos a tener al frente.'
Sin embargo, voces críticas dentro del mismo bloque advierten que esta centralización podría debilitar la representación territorial y la conexión directa con las bases locales, un riesgo que podría afectar la percepción ciudadana en regiones y comunas donde la presencia de alcaldes es clave para el apoyo electoral.
Desde la oposición y analistas políticos, la lectura es que la campaña de Matthei enfrenta un desafío estructural que va más allá de los nombres. La necesidad de adaptarse a limitaciones legales y a una nueva fase electoral expone las fragilidades en la coordinación interna y la comunicación política de Chile Vamos. Algunos expertos sugieren que esta reconfiguración podría ser un síntoma de la dificultad para articular un mensaje cohesivo y una estrategia unificada frente a un electorado cada vez más fragmentado.
En el plano ciudadano, la reacción es ambivalente. Mientras algunos valoran el esfuerzo por fortalecer el trabajo territorial, otros cuestionan la falta de transparencia y la percepción de un comando en crisis, que reacciona más que anticipa.
En definitiva, el fin del modelo de múltiples voceros y el desplazamiento de alcaldes a un rol de despliegue territorial refleja una campaña en movimiento, que busca adaptarse a las reglas del juego político y legal, pero que también enfrenta el riesgo de perder capital político en el camino. La tensión entre la vocería centralizada y el trabajo local permanece como un punto crítico para la estrategia de Matthei, cuyo éxito dependerá de la capacidad para equilibrar estos frentes en las semanas que quedan antes de la elección.
Esta historia, lejos de cerrarse, invita a observar cómo las estructuras políticas tradicionales se reinventan ante normas y expectativas cambiantes, y cómo los actores en el terreno deben navegar entre la ley, la estrategia y la legitimidad social.