El fenómeno Parisi: ¿Una nueva fragmentación o el síntoma de una crisis de representación?

El fenómeno Parisi: ¿Una nueva fragmentación o el síntoma de una crisis de representación?
Actualidad
Política
2025-11-24
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- Persistencia electoral de Franco Parisi a lo largo de más de una década.

- Crisis de representación que desborda los tradicionales ejes ideológicos.

- Un electorado antisistema que desafía la lógica política convencional.

Chile vuelve a sorprenderse con Franco Parisi. En las recientes elecciones presidenciales de noviembre de 2025, el candidato del Partido de la Gente (PDG) consolidó un respaldo del 20%, un aumento sostenido desde el 10% en 2013 y 13% en 2021. Esta persistencia no es un fenómeno aislado ni un mero capricho electoral, sino la expresión de una sociedad que se resiste a las categorías políticas tradicionales.

Parisi no encarna un caudillo con capacidad de endoso ni una figura que articule un programa claro, sino que funciona como un pararrayos de la desafección ciudadana. Su electorado se compone mayoritariamente de quienes rechazan el sistema político establecido, más allá de las etiquetas clásicas de izquierda y derecha.

El análisis más reciente de expertos como Sebastián Edwards y Carlos Meléndez señala que la sociedad chilena se mueve hoy en dos ejes simultáneos: el ideológico (izquierda vs. derecha) y el sociológico, donde se ubica un sector antisistema que no se reconoce ni en la derecha tradicional ni en la izquierda radical. Este grupo, definido como “ni fachos ni comunachos”, representa un rechazo profundo a la política elitista, a las coaliciones y a la repetición de “más de lo mismo”.

Desde la perspectiva política, esto genera una disonancia cognitiva entre los actores tradicionales y este electorado antisistema. Por un lado, figuras como José Antonio Kast han logrado capitalizar esta bronca al romper con la tradición de Chile Vamos y presentarse como opositores al incumbente. Por otro, la candidata comunista Daniel Jara enfrenta el desafío de movilizar a su base antielitista, pero su discurso ha sido criticado por caer en la frivolidad, según analistas.

En términos regionales, el fenómeno Parisi tiene un impacto desigual. En zonas urbanas y periféricas, donde la crisis social y económica se siente con mayor intensidad, el apoyo al PDG es más fuerte, reflejando el descontento con la falta de respuestas efectivas de los gobiernos tradicionales. En cambio, en regiones con mayor institucionalidad y menor percepción de abandono, su influencia es menor.

“El voto antisistema no es un voto de centro ni de moderación, sino una expresión de bronca e indiferencia que puede inclinar la balanza electoral hacia quien mejor conecte con esas emociones”, resume Carlos Meléndez.

Las voces ciudadanas recogidas en terreno confirman esta narrativa. Un joven en Santiago señala: “No confío en ninguno de los partidos tradicionales, Parisi al menos dice lo que siente la gente común, aunque no tenga un plan claro”. Una profesora en Concepción añade: “Es triste que estemos atrapados en esta polarización, pero muchos ya no creen en los políticos de siempre”.

Este fenómeno no puede entenderse sin un contexto histórico que remite a la lucha democrática contra la dictadura y la construcción de identidades políticas sólidas. Sin embargo, el agotamiento de esas identidades y la crisis de representación han abierto un espacio para figuras disruptivas y movimientos antisistema.

La conclusión es clara: el fenómeno Parisi no es una anomalía pasajera, sino un síntoma profundo de la fragmentación y la crisis de representación en Chile. La política chilena se enfrenta a un desafío ineludible: cómo integrar a ese sector antisistema sin caer en la simplificación ideológica ni en la frivolidad discursiva.

El futuro electoral dependerá de la capacidad de los actores tradicionales y emergentes para dialogar con esta bronca ciudadana, que no busca un líder, sino una salida a la sensación de abandono y desconexión.

Mientras tanto, el país observa, expectante, cómo se juega esta nueva batalla en el escenario político, donde la tragedia es la desconfianza y el desencanto, y el coliseo, la arena electoral donde se miden no solo candidatos, sino las esperanzas y frustraciones de un pueblo en busca de sentido.