
En un giro que marca la estrategia energética y geopolítica de Estados Unidos, el país firmó en octubre un acuerdo por 80.000 millones de dólares para construir reactores nucleares a gran escala, destinados a satisfacer la creciente demanda eléctrica de los centros de datos que alimentan la inteligencia artificial (IA). Esta inversión, liderada por Westinghouse Electric Co., Cameco y Brookfield Asset Management, promete crear más de 100.000 empleos durante la fase de construcción y posicionar a EE.UU. como potencia mundial en energía nuclear. Sin embargo, esta apuesta tecnológica coincide con un aumento de la tensión militar en Medio Oriente, donde en junio el Pentágono afirmó haber destruido las ambiciones nucleares de Irán mediante bombardeos selectivos a instalaciones estratégicas, sin buscar un cambio de régimen pero advirtiendo con una respuesta rápida ante cualquier represalia.
El contraste entre estos dos frentes revela un dilema central en la política exterior y energética estadounidense. Por un lado, el desarrollo de reactores nucleares avanzados, como el modelo AP1000, se presenta como una solución para la demanda energética masiva que requiere la expansión de la IA, un sector considerado estratégico para la supremacía tecnológica global. Por otro, la persistente confrontación con Irán refleja un escenario de alta volatilidad, donde la seguridad nacional y las ambiciones tecnológicas se entrelazan con riesgos de escalada militar.
“Estos nuevos reactores revitalizarán la base industrial de la energía nuclear”, afirmó Westinghouse, subrayando que el programa no solo generará empleo sino que también fortalecerá las exportaciones de tecnología nuclear estadounidense. Paralelamente, el secretario de Defensa, Pete Hegseth, declaró que, aunque EE.UU. no busca la guerra con Irán, actuará con “rapidez y decisión” si sus intereses son amenazados, tras los ataques a las principales instalaciones nucleares iraníes el pasado junio.
Desde una perspectiva regional, expertos en Medio Oriente advierten que la estrategia estadounidense podría profundizar la inestabilidad, al tiempo que analistas en energías limpias y cambio climático cuestionan si la apuesta nuclear es compatible con los compromisos globales para la reducción de emisiones y la transición energética. En Chile y América Latina, donde la discusión sobre la matriz energética y la soberanía tecnológica está en auge, este escenario invita a reflexionar sobre los riesgos y beneficios de la energía nuclear en un mundo cada vez más digitalizado y geopolíticamente complejo.
“La energía nuclear vuelve a ser un actor clave, pero no sin controversias. El desafío es equilibrar la innovación tecnológica con la estabilidad internacional y la sustentabilidad ambiental”, señala la académica en relaciones internacionales María Fernanda Ruiz.
A la luz de los hechos, se constata que Estados Unidos apuesta por un doble frente: consolidar su liderazgo tecnológico mediante una masiva inversión en energía nuclear para la IA, mientras mantiene una política de firmeza militar contra Irán para contener sus capacidades nucleares. Esta dualidad pone en evidencia las tensiones inherentes a un mundo donde la seguridad energética, la innovación y la geopolítica se cruzan inevitablemente, con consecuencias que aún están por verse en la estabilidad global y en la configuración del poder en la era digital.