
Un cuchillo que marcó una herida profunda en Antofagasta. El 21 de junio de 2025, una mujer fue asesinada por su pareja en el sector Gran Vía, un barrio que hasta entonces se consideraba tranquilo. La noticia, lejos de extinguirse en la conmoción inmediata, ha desatado un debate que aún resuena en la región y el país.
La Policía de Investigaciones (PDI) confirmó que la víctima fue apuñalada en su domicilio, y que el agresor huyó del lugar. La Brigada de Homicidios tomó la investigación bajo la instrucción de la Fiscalía, pero el caso ha trascendido el ámbito judicial para convertirse en un espejo de las tensiones sociales sobre la violencia de género.
Por un lado, sectores conservadores y organizaciones vecinales han exigido mayor presencia policial y medidas más duras para prevenir y sancionar estos crímenes. Argumentan que 'la impunidad y la falta de control territorial permiten que estos hechos se repitan', y denuncian que la violencia ha llegado a barrios antes considerados seguros.
En contraposición, colectivos feministas y organizaciones de derechos humanos han señalado que el foco exclusivo en la seguridad policial ignora las causas profundas: desigualdad de género, falta de apoyo a las víctimas y deficiencias en la red social. 'No basta con perseguir al agresor, hay que transformar la cultura que naturaliza la violencia', sostienen.
El femicidio ha puesto en jaque a las autoridades locales, que enfrentan críticas por la ausencia de políticas efectivas en prevención y protección. La Intendencia y el Ministerio de la Mujer han anunciado planes para fortalecer la atención a víctimas, pero organizaciones sociales los califican de insuficientes y tardíos.
Además, la comunidad de Gran Vía vive una dualidad: el miedo que genera el crimen y la movilización ciudadana que busca hacer visible la problemática. Vecinos han organizado jornadas de diálogo y memoria, en un intento por reconstruir el tejido social fracturado.
Este femicidio no es un hecho aislado, sino parte de una crisis estructural que Chile enfrenta desde hace años. La tragedia en Antofagasta desnuda la tensión entre la demanda de seguridad y la urgencia de un cambio cultural profundo.
La verdad que emerge es compleja: no hay soluciones simples ni inmediatas. El desafío es construir desde la diversidad de voces y experiencias, reconociendo que la violencia de género es un problema que atraviesa todas las capas sociales y territoriales.
Solo a través de un compromiso sostenido y plural, que integre justicia, prevención y transformación cultural, se podrá aspirar a que el dolor de esta mujer y de muchas otras no sea en vano.
Fuentes: Cooperativa.cl, declaraciones de organizaciones sociales y autoridades regionales.