
Una sombra persistente en el Pacífico Sur. Desde junio de 2025, una serie de temblores y enjambres sísmicos en la frontera entre Perú y Chile han encendido las alarmas en la comunidad científica y en la opinión pública de ambos países. Pero lejos de la urgencia inmediata que suelen imponer los medios tradicionales, la reflexión a seis meses de estos eventos revela un panorama complejo, donde la ciencia, la política y la sociedad se enfrentan a un desafío común: cómo prepararse para un terremoto que, aunque inevitable, sigue siendo imposible de predecir con exactitud.
El geólogo Christian Salazar, consultado en junio, explicó que la zona norte de Chile y el sur de Perú han experimentado un enjambre sísmico intraplaca, fenómeno que indica movimientos dentro de la placa de Nazca en proceso de subducción. 'Ya hay suficiente cantidad de energía para que cuando se libere, se libere con un temblor de magnitud o un terremoto cercano a ocho o más', advirtió entonces. Este dato no es menor: desde 1868 en Chile y desde 1746 en Perú no se registra un sismo de gran magnitud en esta región. La acumulación de tensión tectónica se ha convertido en un reloj silencioso que, según los expertos, podría desencadenar un movimiento sísmico de magnitud superior a 8 grados Richter.
En Perú, el Instituto Geofísico (IGP) ha redoblado esfuerzos en monitoreo y difusión, enfatizando que la ciencia no puede predecir cuándo ocurrirá un gran sismo, pero sí pronosticar zonas de riesgo. Hernando Tavera, presidente del IGP, sostuvo que el avance tecnológico permite identificar tres áreas críticas: la costa central peruana, el sur peruano entre Moquegua y Tacna, y el norte de Chile.
'Aunque no se puede predecir un terremoto, lo que sí podemos hacer es estar siempre preparados', insistió Tavera, subrayando la importancia de protocolos familiares y comunitarios.
En contraste, algunas autoridades chilenas han minimizado el impacto potencial de un terremoto en la frontera, argumentando que la distancia geográfica atenúa los efectos entre ambos países. Sin embargo, comunidades locales, especialmente en el norte chileno, han expresado inquietudes sobre la falta de inversión en infraestructura antisísmica y planes de contingencia efectivos.
La reflexión a medio año muestra que, pese a los esfuerzos, la preparación ciudadana sigue siendo desigual. En Perú, campañas educativas y simulacros han aumentado, pero persisten brechas en zonas rurales y periurbanas. En Chile, el debate público ha estado marcado por tensiones políticas que han relegado la discusión sobre prevención a un segundo plano.
Los expertos coinciden en que la información científica debe traducirse en acciones concretas: anclaje de muebles, rutas de evacuación claras, y planes familiares definidos. Sin embargo, la desconfianza en las autoridades y la fatiga informativa tras años de alertas han generado una apatía peligrosa.
La amenaza de un gran terremoto en la frontera sur de Perú y norte de Chile no es una predicción alarmista, sino una realidad geológica respaldada por décadas de datos y recientes movimientos sísmicos. La ciencia ha avanzado en identificar zonas críticas y en mejorar el monitoreo, pero la incertidumbre temporal persiste.
La verdadera tragedia, sin embargo, podría no ser el sismo en sí, sino la falta de preparación y coordinación entre gobiernos y comunidades. La distancia geográfica no exime a ambos países de un trabajo conjunto para fortalecer la resiliencia social y estructural.
El reloj tectónico sigue su curso silencioso; la pregunta es si quienes habitan esta frontera estarán listos cuando suene la alarma definitiva.
- Instituto Geofísico del Perú (IGP)
- Entrevistas con Christian Salazar, geólogo
- Reportes de BioBioChile, junio 2025
- Análisis de políticas públicas y respuestas comunitarias en Perú y Chile
2025-10-10