El liderazgo imperturbable de Kast: un desafío para la política chilena

El liderazgo imperturbable de Kast: un desafío para la política chilena
Actualidad
Política
2025-11-25
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- Frialdad y obstinación como sello distintivo de un liderazgo en tiempos convulsos.

- Escándalos internos en el partido Republicano que ponen a prueba la coherencia del discurso.

- Polarización creciente, donde el control del relato y la gestión de la crisis marcan la agenda nacional.

José Antonio Kast ha consolidado en los últimos meses una imagen que desafía las convenciones tradicionales del liderazgo político en Chile. El 21 de junio de 2025, en un foro de candidatos presidenciales, Kast se impuso con una actitud que muchos calificaron como imperturbable: ignoró reglas de tiempo y protocolo, mantuvo un tono pausado y firme, y desoyó las interrupciones de la moderadora. Esta escena no solo definió su estilo, sino que anticipó el tipo de liderazgo que ha desplegado desde entonces: un ejercicio de poder marcado por la obstinación y la aparente indiferencia ante las críticas y escándalos que afectan a su entorno político.

La estrategia de Kast se sustenta en una frialdad calculada, que contrasta con la efervescencia de otros líderes latinoamericanos contemporáneos. Como señaló un analista político consultado por La Tercera, “Kast levita por encima de las polémicas, encapsulado en una burbuja que lo protege de cualquier salpicadura”. Este distanciamiento ha sido clave para que el candidato mantenga su posición, incluso cuando miembros destacados de su partido han sido involucrados en graves denuncias.

Entre los casos más notorios se cuentan las acusaciones de abuso sexual contra Sebastián Parraguez, ex miembro del Consejo Constitucional, y la prisión preventiva de Mauricio Ojeda por fraude al fisco por más de 700 millones de pesos. A estos se suman otros episodios de corrupción y delitos vinculados a militantes republicanos, que podrían haber minado la credibilidad del partido. Sin embargo, la respuesta oficial ha sido rápida pero superficial: expulsiones y suspensiones que buscan aislar a los implicados sin abordar el fondo del problema.

Esta dinámica ha generado tensiones internas y cuestionamientos desde diversos sectores. La oposición acusa a Kast y su partido de doble estándar: mientras se exige mano dura para los adversarios políticos, los propios escándalos son minimizados o ignorados. Desde el oficialismo, en cambio, se resalta la capacidad de Kast para mantener la cohesión y avanzar pese a las dificultades, interpretando su estilo como una forma de liderazgo firme y necesario en tiempos de incertidumbre.

Una voz ciudadana recogida en Santiago expresó: “Da la impresión de que Kast no se inmuta, como si nada lo afectara, pero eso también genera desconfianza, porque parece que no hay voluntad real de enfrentar los problemas internos”. Esta percepción refleja la disonancia cognitiva que acompaña al fenómeno: admiración por la determinación y, al mismo tiempo, inquietud por la falta de autocrítica y transparencia.

El contraste con otras figuras políticas es evidente. Mientras Evelyn Matthei perdió terreno por sus vacilaciones, Kast se posicionó como el referente de la derecha más conservadora y disciplinada. Esto ha modificado el tablero electoral y el debate público, colocando a la extrema derecha en una posición más cercana a La Moneda que en años anteriores.

En conclusión, el liderazgo de José Antonio Kast ofrece una lección sobre los límites y riesgos de un estilo autorreferencial que privilegia la imagen de control por sobre la gestión profunda de las crisis internas. La persistencia de los escándalos no ha logrado erosionar su base electoral, pero sí ha puesto en evidencia las tensiones entre la retórica moralista y las prácticas políticas reales. El desafío para Chile será observar si este modelo de liderazgo puede sostenerse en el tiempo o si, por el contrario, la acumulación de contradicciones terminará por fracturar la narrativa que hoy lo sostiene.

Las consecuencias de este fenómeno trascienden lo electoral y se inscriben en la cultura política nacional, donde la confianza y la transparencia siguen siendo asignaturas pendientes. En este escenario, el ciudadano queda ante un espectáculo donde las tragedias ajenas no son solo episodios aislados, sino síntomas de un sistema que debe reinventarse para evitar nuevas caídas.