
La guerra en Ucrania continúa siendo un escenario de tensiones políticas, diplomáticas y militares donde las decisiones tomadas hoy repercutirán durante décadas.
Desde mediados de 2025, la llamada coalición de voluntarios, conformada por más de veinte países aliados de Ucrania, ha redoblado esfuerzos para aumentar la presión económica y militar sobre Rusia. El objetivo declarado es forzar a Vladimir Putin a sentarse a negociar un alto el fuego, pero la realidad ha mostrado que la voluntad del Kremlin permanece inmutable y que las conversaciones diplomáticas se estancan en un callejón sin salida.
El presidente estadounidense Donald Trump, tras meses de equidistancia y mensajes contradictorios, aplazó en octubre una cumbre con Putin en Budapest, alegando no querer "perder el tiempo" en reuniones sin avances concretos. Sin embargo, semanas antes, en una tensa reunión con el presidente ucraniano Volodímir Zelenski, Trump le instó a aceptar un acuerdo que implica la cesión de territorios en el este de Ucrania, especialmente la región de Donbás, bajo amenaza de la "destrucción" del país.
"El diálogo con Putin es una pérdida de tiempo", afirmó Víktor Yúshchenko, expresidente de Ucrania, recordando que la paz para el autócrata ruso significaría su derrota política y posiblemente física. Yúshchenko advierte que el régimen ruso no está preparado para una democratización y que la única vía para la paz pasa por la desaparición del régimen de Putin, incluso alentando la sublevación de minorías nacionales dentro de Rusia.
En el otro extremo, líderes como el ministro español José Manuel Albares subrayan la importancia de no conformarse con una simple tregua, especialmente en contextos como Gaza, y mantienen la defensa de los valores democráticos y la integridad territorial de Ucrania sin recompensar al agresor.
La población ucraniana, según sondeos, está dividida: una mayoría desea el fin inmediato de la guerra, pero también reconoce que una paz estable con Rusia como vecino parece inalcanzable mientras el régimen de Putin exista.
El temor a un reparto territorial impuesto sin participación ucraniana se ha materializado en la preocupación expresada por Zelenski y otros líderes europeos. El presidente ucraniano ha denunciado que las negociaciones entre Trump y Putin podrían implicar la entrega de Donbás y otras regiones estratégicas, mientras que Crimea permanece un punto no negociable para Kiev.
El Kremlin ha dejado claro que no aceptará una tregua que mantenga tropas ucranianas en territorios que considera legítimamente anexionados, lo que dificulta aún más cualquier acuerdo.
Por su parte, Trump ha sugerido congelar el conflicto según las líneas de frente actuales, una propuesta que para muchos en Ucrania y Europa equivale a legitimar la ocupación rusa.
"No podemos premiar al agresor", advierte Albares, recordando que lo que Putin no perdona a Ucrania es su aspiración a integrarse en la Unión Europea.
Mientras tanto, la ayuda militar a Ucrania sigue siendo un punto de fricción. Trump ha sido reticente a entregar misiles de largo alcance Tomahawk, considerados una línea roja por Moscú, y ha condicionado su apoyo a concesiones políticas que Zelenski se resiste a aceptar.
En este complejo tablero, la diplomacia europea intenta mantener la unidad, aunque con dificultades: la Unión Europea no ha logrado acordar un fondo de 140.000 millones de euros para financiar la defensa y reconstrucción de Ucrania, bloqueado por países temerosos de represalias rusas.
La situación humanitaria empeora con el invierno acercándose, y la población civil ucraniana sufre las consecuencias directas de un conflicto que parece no tener fin a la vista.
Conclusiones visibles:
- La guerra en Ucrania ha entrado en una fase de desgaste prolongado, con una escalada simultánea de presión militar y sanciones económicas que hasta ahora no han logrado modificar la postura rusa.
- Las negociaciones diplomáticas están marcadas por la desconfianza, los intereses contrapuestos y la influencia de actores externos con agendas propias, como Estados Unidos bajo Trump.
- La soberanía ucraniana está en riesgo de ser comprometida por acuerdos forzados o congelamientos del conflicto que legitimen la ocupación de territorios.
- Las voces internas en Ucrania y Europa reflejan una disonancia cognitiva entre la urgencia de la paz y la resistencia a ceder ante un agresor que ha demostrado su voluntad expansionista.
- El futuro de la paz en Europa oriental depende no solo de las decisiones en Kiev, Moscú y Washington, sino también de la capacidad de la comunidad internacional para sostener el apoyo a Ucrania y presionar a Rusia y sus aliados, incluyendo a China.
En definitiva, este conflicto es un drama de múltiples actos en el que el espectador global observa cómo se enfrentan la tragedia de un pueblo y las ambiciones geopolíticas de potencias que juegan con las piezas de un tablero demasiado complejo para resolverse en una sola cumbre o con simples sanciones.
2025-06-20