
En el corazón de Recoleta, una comuna que se ha visto sacudida por una serie de episodios violentos que han marcado no solo a sus víctimas directas, sino a toda la comunidad. Desde junio hasta octubre de 2025, al menos tres hechos graves de violencia armada y delincuencia han ocurrido en este sector de Santiago.
El primer episodio, ocurrido el 20 de junio, fue un tiroteo en una discoteca que dejó cuatro heridos, dos de ellos en estado crítico. Según testimonios recogidos por Cooperativa, 'fueron varios disparos: siete u ocho, por lo menos'. Este hecho fue investigado por la Fiscalía y la Policía de Investigaciones, quienes aún buscan esclarecer los motivos y responsables. La conmoción se extendió más allá de las víctimas, pues la balacera se produjo en un espacio de ocio juvenil, generando miedo y desconfianza en la vida nocturna local.
En un contexto distinto, pero igualmente doloroso, el 21 de octubre se registró un violento asalto bajo la modalidad de "encerrona". Un hombre de la tercera edad y su hijo fueron baleados en las piernas al resistirse al robo de su vehículo. La agresión, además de dejar secuelas físicas, evidenció la vulnerabilidad de los vecinos frente a la delincuencia organizada. El subcomisario Gonzalo García explicó que los atacantes descendieron con armas de fuego y rostro cubierto, intimidando y disparando para lograr su objetivo.
Finalmente, el episodio que detonó una movilización ciudadana fue el fatal choque ocurrido el 22 de octubre, donde delincuentes protagonizaron un accidente que terminó con la muerte de Esteban, un niño de apenas 12 años. A raíz de esto, vecinos de Avenida Perú y Santos Dumont realizaron espontáneos cacerolazos, expresando su dolor y frustración ante la inseguridad persistente.
Desde el punto de vista político, la violencia en Recoleta ha generado un debate intenso y polarizado. Por un lado, sectores de derecha insisten en reforzar la presencia policial y endurecer las penas para disuadir la delincuencia. Por otro, voces progresistas llaman a abordar las causas estructurales, como la desigualdad, la falta de oportunidades y la exclusión social, que alimentan la espiral de violencia.
En tanto, desde la sociedad civil, las opiniones varían entre el descontento por la sensación de abandono y la búsqueda de soluciones comunitarias. Organizaciones vecinales y ONG locales han impulsado mesas de diálogo con autoridades, pero la desconfianza persiste. Una vecina de Recoleta señaló: "No queremos solo más policías, queremos que nuestros hijos puedan caminar sin miedo y que las calles sean un lugar seguro para todos".
El análisis histórico muestra que Recoleta no es ajena a episodios de violencia, pero la confluencia de hechos recientes ha tensionado aún más el tejido social. La falta de una estrategia integral y la fragmentación en las respuestas gubernamentales han profundizado la sensación de inseguridad.
Con base en los hechos verificados y las múltiples voces recogidas, es posible concluir que el problema de la violencia en Recoleta no es solo un asunto policial o judicial, sino un desafío social complejo que requiere abordar sus raíces y consecuencias con políticas públicas coherentes y participación ciudadana activa. La tragedia de Esteban y el sufrimiento de tantas familias son un llamado a romper el ciclo y construir un futuro donde la seguridad y la justicia social no sean excluyentes, sino complementarias.