
El drama ucraniano entra en una nueva fase de tensión y esperanza contenida. El 24 de febrero de 2022, Rusia inició una invasión a gran escala contra Ucrania, desencadenando un conflicto que ha marcado la geopolítica europea y mundial. Tres años y nueve meses después, el escenario sigue siendo un campo minado de intereses contrapuestos y heridas abiertas.
El 23 y 24 de noviembre de 2025, en Ginebra, Suiza, representantes de Estados Unidos, Ucrania y varios países europeos se reunieron para discutir un plan de paz de 28 puntos propuesto inicialmente por la administración del expresidente estadounidense Donald Trump. Este plan, que ha generado controversia desde su aparición, contempla concesiones territoriales significativas por parte de Ucrania, incluyendo la cesión de la región de Donbás y la renuncia temporal a su adhesión a la OTAN, además de limitar su capacidad militar y la presencia de fuerzas internacionales de mantenimiento de la paz.
Rusia, por su parte, ha reiterado su disposición a negociar una solución diplomática. Dimitri Peskov, portavoz del Kremlin, señaló el 25 de noviembre que Moscú sigue abierta a las negociaciones, pero subrayó que la participación de los países europeos es indispensable para discutir un sistema de seguridad en Europa. Además, calificó el plan de Trump como la única base medianamente interesante sobre la mesa, aunque reconoció que no se ha recibido un documento actualizado oficialmente.
Desde Kiev, el presidente Volodímir Zelenski y su círculo han mostrado cautela y resistencia. “Estamos en un momento crucial”, afirmó Zelenski durante la plataforma de Crimea en Suecia, remarcando que cualquier acuerdo debe fortalecer y no debilitar a Ucrania. La presión interna, marcada por escándalos de corrupción y la debilidad política, ha complicado la posición negociadora de Ucrania.
Europa, con sus líderes reunidos en una cumbre extraordinaria, celebra los avances pero no oculta sus temores. La Unión Europea teme que bajo la presión estadounidense, Ucrania pueda verse forzada a aceptar concesiones que comprometan su soberanía y la arquitectura de seguridad del continente. “Una posición unida y coordinada de la UE es clave para garantizar un buen resultado para Ucrania y Europa”, ha señalado António Costa, presidente del Consejo Europeo.
El plan, que ha sido objeto de pulido durante las conversaciones, busca incluir garantías de seguridad sólidas para Kiev, que permitan disuadir futuras agresiones rusas sin limitar excesivamente su capacidad defensiva. Se discuten detalles como la fuerza militar máxima en tiempos de paz, la posibilidad de elecciones anticipadas y la forma en que Ucrania podría integrarse en estructuras internacionales como la OTAN.
Sin embargo, la sombra de la desconfianza permanece. Rusia no ha confirmado reuniones próximas para continuar el diálogo, y las tensiones militares persisten, con ataques recientes que mantienen viva la tragedia en el terreno. El balance de poder, las heridas del conflicto y las presiones geopolíticas hacen que la paz parezca aún un horizonte lejano.
Este escenario revela un choque de narrativas y prioridades: Moscú busca garantizar su influencia y seguridad estratégica; Occidente aspira a defender la soberanía ucraniana y contener la expansión rusa; Kiev lucha por mantener su integridad territorial y su derecho a decidir su futuro; y Europa se debate entre la solidaridad con Ucrania y el temor a una escalada mayor.
Las consecuencias de este impasse son múltiples y complejas. La reconstrucción económica y social de Ucrania depende en gran medida de los fondos congelados a Rusia en Europa, cuya liberación y destino aún generan debates. La estabilidad regional y global penden de un hilo que parece tensarse más que aflojarse.
En definitiva, la historia de Ucrania en este momento es una tragedia en desarrollo, donde cada actor juega su papel en un coliseo de intereses contrapuestos y dolor tangible. La esperanza de la paz se mantiene, pero el camino para alcanzarla está plagado de desafíos que exigen no solo voluntad política, sino también una profunda reflexión sobre las implicancias para la seguridad y la justicia internacional.
Fuentes consultadas incluyen reportes de La Tercera, El País, y declaraciones oficiales del Kremlin, la Casa Blanca y la Unión Europea.