A varios meses de que se definan las candidaturas presidenciales, el mapa político de la derecha chilena ha dejado de ser un terreno monolítico. Lo que a principios de año parecía una competencia tripartita, hoy se ha decantado en una compleja partida de ajedrez donde dos fuerzas principales —la derecha tradicional de Chile Vamos encarnada en Evelyn Matthei y la nueva derecha consolidada en torno a José Antonio Kast— luchan por el alma y, sobre todo, los votos del sector. En medio, la figura de Johannes Kaiser ha pasado de ser la gran novedad a un factor de desequilibrio cuyo peso electoral se ha convertido en un botín en disputa, evidenciando una reconfiguración profunda que trasciende las encuestas semanales.
El primer semestre de 2025 fue testigo de una notable evolución. Johannes Kaiser, quien irrumpió con fuerza capitalizando un voto libertario y anti-establishment, vio cómo su "efecto novedad" comenzaba a diluirse hacia abril. Su estancamiento en los sondeos, bajando de un 15% a un 12% en mediciones como Cadem, lo obligó a un rediseño de campaña, intentando pasar de la retórica a las propuestas programáticas en un esfuerzo por demostrar solidez.
Este declive fue directamente proporcional al ascenso de José Antonio Kast. Figuras del propio Chile Vamos, como el presidente de RN, Rodrigo Galilea, reconocieron en junio la existencia de un claro "trasvasije" de votos desde Kaiser hacia el abanderado republicano. Este movimiento no fue espontáneo; se vio reforzado por una estrategia de Kast orientada a consolidar su posición como el líder indiscutido del ala más dura del sector. El golpe de efecto más visible fue la incorporación del mediático exalcalde de La Florida, Rodolfo Carter, a su comando. Carter, definiéndose como un "obrero en la reconstrucción de Chile", aportó un rostro conocido y un discurso enfocado casi exclusivamente en la seguridad, un ancla temática de alta rentabilidad electoral.
La polarización también jugó un rol clave. Episodios como la exhibición de muñecos con los rostros de Kast y Kaiser colgados frente a La Moneda, difundida por las Juventudes Comunistas en mayo, fueron utilizados por ambos candidatos para reforzar su narrativa de víctimas de la "violencia y el odio" de la izquierda, cohesionando a sus bases.
La lucha por la hegemonía de la derecha se libra en tres frentes con lógicas distintas, aunque interconectadas:
Este reordenamiento no es un capricho electoral. Es la consecuencia directa de la crisis de representación que afectó a los partidos tradicionales tras el estallido social de 2019. El fracaso de los dos procesos constitucionales y una persistente crisis de seguridad crearon un terreno fértil para discursos que prometen orden y autoridad por sobre los consensos. El Partido Republicano ya había demostrado su capacidad para capitalizar este descontento en elecciones anteriores. Lo que vemos ahora es la fase de consolidación de ese proyecto, que busca no solo competir, sino reemplazar a la derecha histórica que gobernó el país en las últimas décadas.
El escenario actual de la derecha es de una tensión dinámica y de final incierto. La hegemonía está en disputa. José Antonio Kast ha logrado posicionarse como el retador más fuerte, construyendo una coalición que presiona a Chile Vamos desde sus cimientos. Evelyn Matthei y su conglomerado se ven forzados a una campaña defensiva y a la vez creativa, buscando contener la fuga de votos por su derecha sin perder el centro. Johannes Kaiser, por su parte, se aferra a su trinchera ideológica, consciente de que, aunque sus posibilidades de llegar a La Moneda son escasas, los votos que representa pueden ser decisivos para inclinar la balanza final. La batalla por el alma de la derecha chilena está en pleno desarrollo, y su desenlace definirá no solo al candidato del sector, sino el propio futuro de su identidad política.