
Japón y China continúan en una escalada de tensiones diplomáticas que ha cobrado protagonismo desde comienzos de noviembre de 2025. El epicentro de este conflicto es Taiwán, cuya situación se ha convertido en un punto crítico para la seguridad regional en Asia-Pacífico.
La reciente declaración de la primera ministra japonesa, Sanae Takaichi, afirmando que un posible ataque militar chino a Taiwán podría justificar la intervención de las Fuerzas de Autodefensa de Japón, ha encendido la mecha de una disputa que ya mostraba signos de agravamiento. Pekín respondió con severas represalias económicas y diplomáticas, incluyendo prohibiciones a productos japoneses y restricciones de viaje para sus ciudadanos.
En paralelo, Japón ha abierto un debate interno que podría modificar su histórica política antinuclear, vigente desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. El Partido Liberal Democrático, bajo el liderazgo de Takaichi, evalúa revisar los “tres noes” —no poseer, no producir y no permitir armas nucleares en territorio japonés— en su Estrategia de Seguridad Nacional. Este cambio, impulsado por la percepción de una amenaza existencial derivada de la creciente asertividad militar china, marcaría un giro significativo en la doctrina pacifista japonesa.
Desde una perspectiva política, el gobierno japonés sostiene que la actualización de su postura militar y nuclear es una respuesta necesaria al complejo entorno regional, en el que se suman también las tensiones con Corea del Norte y la expansión naval china, que recientemente estrenó su tercer portaaviones.
Sin embargo, esta postura no está exenta de críticas internas y externas. “Los supervivientes de Hiroshima y Nagasaki no pueden permitir que Japón se convierta en una base para la guerra nuclear,” afirmó Nihon Hidankyo, organización de víctimas de las bombas atómicas, que ha calificado estas intenciones como un retroceso peligroso para la no proliferación.
En el escenario internacional, Estados Unidos juega un papel clave como mediador y aliado estratégico de Japón. En una serie de conversaciones telefónicas realizadas en las últimas semanas, el presidente Donald Trump dialogó primero con Xi Jinping y luego con Takaichi, tratando de equilibrar las tensiones.
En la conversación con Xi, el mandatario chino reafirmó que el “retorno” de Taiwán a China es parte integral del orden internacional posguerra, mientras Trump expresó su intención de visitar Pekín en abril de 2026. Posteriormente, Trump habló con la primera ministra japonesa asegurándole el apoyo estadounidense y destacando la importancia de la alianza bilateral en un contexto regional volátil.
Desde la óptica china, la postura japonesa representa una provocación que justifica sus medidas de presión, y la insistencia de Tokio en mantener una línea dura sobre Taiwán aumenta el riesgo de un conflicto mayor.
Para Japón, Taiwán no es solo un vecino geográfico, sino un nodo estratégico vital que conecta rutas marítimas, aéreas y de comunicaciones. La posible pérdida o bloqueo de esta isla implicaría un riesgo existencial para la seguridad nacional nipona.
“Takaichi está siguiendo la política de autodefensa colectiva que impulsó Shinzo Abe, pero lleva la defensa un paso más allá al vincular explícitamente la seguridad japonesa con la de Taiwán,” explica Ken Ishida, profesor de Derecho y Economía en la Universidad de Chiba.
A pesar de la controversia, la popularidad de Takaichi ha aumentado, reflejando un respaldo social a la línea de firmeza frente a China y la revisión de la política de defensa.
En conclusión, la tensión Japón-China por Taiwán ha trascendido el terreno diplomático para influir en las doctrinas de seguridad y defensa de la región. La revisión de la política antinuclear japonesa no solo es un reflejo de la realidad geopolítica cambiante, sino que también abre interrogantes sobre el futuro del equilibrio estratégico en Asia-Pacífico.
El rol de Estados Unidos como actor mediador y garante de la alianza con Japón será crucial para evitar que la disputa escale hacia un conflicto abierto. Sin embargo, las posiciones encontradas y las sensibilidades históricas hacen prever que esta crisis persistirá en el mediano plazo, con consecuencias directas para la estabilidad regional y global.
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Fuentes consultadas incluyen reportes de Cooperativa.cl, El País, la agencia Kyodo, y análisis de expertos en relaciones internacionales de la Universidad Nacional de Singapur y la Universidad de Chiba.