
El 6 y 7 de julio de 2025, Chile marcó un hito en su política exterior al participar como invitado en la cumbre del BRICS, celebrada en Río de Janeiro. El presidente Gabriel Boric asistió a la 17ª reunión de líderes del bloque, integrado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, en un contexto global marcado por tensiones geopolíticas y la búsqueda de nuevos equilibrios económicos.
Esta fue la segunda vez que Chile estuvo presente en esta instancia, tras la visita de Michelle Bachelet en 2014, pero con una diferencia sustancial: la coyuntura actual y la estrategia del gobierno apuntan a consolidar al país como un actor relevante en temas de cooperación económica, política y social a nivel global.
Desde la perspectiva oficial, 'la participación en el BRICS abre una ventana para diversificar las relaciones internacionales y potenciar el comercio con mercados emergentes', explicó un alto funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores. La intención es clara: Chile busca ampliar su red de alianzas más allá de las tradicionales vinculaciones con Occidente, en un mundo que se fragmenta entre bloques con agendas contrapuestas.
Sin embargo, esta visión no es unánime. Sectores de la oposición y parte del mundo empresarial expresaron su inquietud por los riesgos asociados a acercarse a países con cuestionamientos en materia de derechos humanos y gobernanza democrática. 'Chile no puede sacrificar sus principios por conveniencias económicas pasajeras', afirmó un parlamentario de centro-derecha, reflejando el debate sobre la coherencia ética en la política exterior.
En la región, la participación chilena fue observada con atención. Países vecinos ven en esta movida un intento de Chile por jugar un rol más activo en la dinámica latinoamericana, que se encuentra en plena reconfiguración. No obstante, organizaciones sociales y expertos advierten que la inserción en bloques como el BRICS debe ir acompañada de políticas internas que garanticen equidad y desarrollo sostenible, para no repetir esquemas de dependencia económica.
La ciudadanía, por su parte, mostró una mezcla de expectativas y escepticismo. Encuestas posteriores a la cumbre reflejaron que un 45% de la población no está convencida de los beneficios concretos para la economía doméstica, mientras que un 35% ve con optimismo la diversificación de relaciones internacionales.
Tras cinco meses de análisis y seguimiento, se constata que la participación chilena en el BRICS ha generado un espacio para el diálogo bilateral con potencias emergentes, pero sin acuerdos comerciales firmes hasta la fecha. La estrategia de diversificación no ha desplazado las relaciones tradicionales, sino que las complementa, aunque con desafíos importantes en términos de coherencia política y social.
Chile enfrenta ahora la tarea de equilibrar sus intereses económicos con un compromiso claro hacia los valores democráticos y el desarrollo inclusivo. La cumbre del BRICS no fue un punto final, sino un capítulo en la compleja historia de su inserción global, donde la tensión entre pragmatismo y principios sigue en escena.
Este episodio invita a la reflexión sobre cómo un país pequeño puede navegar en un mundo multipolar sin perder su identidad ni su proyecto social. La tragedia y el desafío están en marcha, y Chile observa desde su palco, con la mirada fija en el futuro incierto que construye hoy.
2025-11-06