Renuncias y denuncias en Miss Universo 2025: ¿un certamen fracturado o una crisis de valores?

Renuncias y denuncias en Miss Universo 2025: ¿un certamen fracturado o una crisis de valores?
Actualidad
Sociedad
2025-11-25
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- Renuncia de Miss Costa de Marfil cuestionando la integridad del concurso.

- Acusaciones de fraude y manipulación desde el interior del certamen.

- División profunda entre candidatas y la organización, con amenazas de retiradas futuras.

La última edición de Miss Universo 2025, celebrada en Bangkok, no solo coronó a una ganadora, sino que desató un terremoto de controversias y renuncias que aún retumban en el mundo de los certámenes de belleza.

El 24 de noviembre, Olivia Yacé, Miss Costa de Marfil y finalista del top 5, anunció su renuncia al título de Miss Universo África y Oceanía. Su decisión, comunicada a través de Instagram, fue un gesto de rechazo frontal a lo que calificó como un certamen que puso en jaque los valores de respeto, dignidad, igualdad y excelencia que ella representa. “Con un corazón lleno de gratitud y profundo respeto, anuncio mi renuncia al título... para dedicarme por completo a defender los valores que aprecio profundamente”, escribió Yacé, denunciando además que su rol como representante regional fue disminuido por la organización.

Pero Olivia no fue la única que expresó su descontento. La polémica comenzó semanas antes, cuando Omar Harfouch, exjurado del concurso, denunció públicamente un presunto fraude y manipulación de resultados, apuntando directamente a la ganadora, la mexicana Fátima Bosch. Según Harfouch, negocios entre el padre de Bosch y el presidente de Miss Universo, Raúl Rocha, habrían influido en la elección. Ambos negaron estas acusaciones, pero el daño ya estaba hecho.

Este escándalo abrió una grieta profunda dentro del certamen. Candidatas como Miss Ecuador, Nadia Mejía-Webb, expresaron en redes sociales su dolor y desconcierto, mientras Miss Indonesia, Sanly Liuu, agradeció a Harfouch por destapar lo que muchos sospechaban detrás del escenario.

En paralelo, Miss Estonia, Brigitta Schaback, también renunció, aunque su motivo oficial fue la falta de entendimiento con la directora local de Miss Universo. Por su parte, Miss Francia condicionó su continuidad a que la organización transparente los criterios y evidencias que respaldaron la coronación de Bosch, advirtiendo que, de no ser así, no participarán en futuras ediciones.

Este conjunto de renuncias y cuestionamientos revela una crisis que va más allá de un simple concurso de belleza. En el centro del debate están los valores que el certamen dice representar y la forma en que se ejercen el poder y la influencia en su interior.

Desde una perspectiva política, algunos analistas interpretan estas disputas como un reflejo de tensiones geopolíticas y económicas que se trasladan a espacios culturales y simbólicos. La presión de intereses económicos, alianzas estratégicas y la búsqueda de legitimidad internacional parecen chocar con las narrativas de empoderamiento y diversidad que se promueven públicamente.

Socialmente, la fractura afecta la percepción pública de Miss Universo, cuestionando su rol como plataforma de visibilidad para mujeres de distintas realidades y culturas. En un contexto global donde los movimientos feministas y de equidad de género exigen transparencia y respeto, estas polémicas pueden erosionar la confianza y el valor simbólico del certamen.

Sin embargo, no todas las voces coinciden. Hay quienes defienden la organización, señalando que las acusaciones carecen de pruebas contundentes y que la competencia, como toda institución, está sujeta a críticas pero también a procesos internos para mejorar.

“Este es un llamado a la reflexión sobre cómo se conducen estos eventos, pero también a no perder de vista la oportunidad que representan para las participantes”, comenta un experto en cultura popular consultado para este análisis.

En definitiva, la saga de Miss Universo 2025 expone una tensión intrínseca entre la imagen pública y las dinámicas internas de poder. Las renuncias y denuncias no solo marcan un antes y un después en la historia del certamen, sino que invitan a cuestionar qué valores están realmente en juego y cómo se construyen las narrativas de éxito y legitimidad en espacios tan mediáticos como estos.

Las consecuencias visibles hasta ahora incluyen la erosión de la credibilidad del certamen, la fractura entre candidatas y organización, y la creciente demanda por transparencia y ética en la conducción de concursos internacionales. El desenlace de esta crisis dependerá de la capacidad de la organización para enfrentar las críticas, ofrecer explicaciones claras y reformar sus prácticas, o bien, dejar que la polémica marque un punto de quiebre irreparable.

En este escenario, el espectador queda como testigo de un drama donde la belleza es solo la superficie de una lucha más compleja por valores, poder y reconocimiento.