
El 14 de junio de 2025, Santiago fue escenario de una de las mayores manifestaciones en apoyo a Palestina en años recientes. Cientos de personas recorrieron desde la estación de Metro Manuel Montt hasta el Puente de los Candados, convocados por la Marcha Mundial a Gaza, un movimiento que reunió a activistas, organizaciones sociales y figuras políticas de más de 30 países.
Este evento no fue un simple acto de solidaridad internacional, sino un verdadero coliseo donde se enfrentaron narrativas y tensiones que han ido madurando en la sociedad chilena. Por un lado, la Coordinadora Por Palestina, la barra del Club Deportivo Palestino y la Federación de Estudiantes de Chile (FECH) lideraron una movilización que buscaba visibilizar la crisis humanitaria en Gaza y exigir el fin del bloqueo israelí.
Sin embargo, esta manifestación también abrió un debate profundo y complejo en el país. Desde sectores políticos conservadores y pro israelíes, se cuestionó la legitimidad de la marcha y se advirtió sobre los riesgos de polarización social. Para ellos, la manifestación era una muestra de apoyo a un conflicto internacional que podría generar divisiones internas y tensiones diplomáticas.
En contraste, organizaciones de derechos humanos y académicos resaltaron la importancia de que Chile, con su significativa comunidad palestina, se pronuncie sobre temas de justicia internacional y derechos fundamentales. Para estos actores, la marcha fue un acto legítimo de expresión ciudadana y un llamado a la reflexión ética y política.
En el plano social, la movilización evidenció también una fractura generacional y cultural. Mientras la juventud universitaria y sectores progresistas se volcaron masivamente a las calles, algunos grupos más conservadores y comunidades judías expresaron preocupación por el aumento de discursos que podrían derivar en estigmatización o intolerancia.
Desde una perspectiva regional, el evento puso en relieve el rol de Chile como un espacio de diáspora palestina con una identidad política activa, pero también como un país que debe equilibrar sus relaciones internacionales con Israel y el mundo árabe.
Tras cinco meses, las consecuencias de esta marcha siguen latentes. El debate público se mantiene vivo en medios, universidades y parlamento, y ha impulsado iniciativas para promover un diálogo más informado y plural sobre el conflicto en Medio Oriente.
Lo que queda claro es que esta movilización no fue un hecho aislado ni efímero. Fue un episodio que reveló las complejidades de una sociedad que busca expresar solidaridad global, mientras enfrenta sus propias tensiones internas. La marcha a Gaza en Santiago ha dejado en evidencia que, en Chile, la política internacional se entrelaza con identidades locales y que el desafío está en sostener una conversación crítica, respetuosa y profunda.
En definitiva, la movilización fue un espejo donde se reflejan verdades múltiples: la urgencia humanitaria en Gaza, la diversidad de opiniones en Chile, y la necesidad de construir puentes en medio de la disonancia. Un recordatorio de que las tragedias lejanas pueden despertar pasiones y conflictos cercanos, y que entenderlas requiere tiempo, contexto y voluntad de diálogo.
2025-10-17
2025-10-17