
El sábado 14 de junio de 2025 quedó marcado por una tensión palpable en Estados Unidos, donde convergieron dos eventos que, vistos con distancia, revelan una fractura profunda en la sociedad norteamericana. Por un lado, más de 200 mil personas se congregaron en manifestaciones pacíficas del movimiento “No Kings” en 50 estados, denunciando el autoritarismo, la concentración de poder en las élites multimillonarias y la creciente militarización de la democracia estadounidense. Por otro, en Washington D.C., se llevó a cabo el desfile militar por el 250 aniversario del Ejército de EE.UU., una exhibición de fuerza con tanques Abrams, helicópteros y miles de soldados, bajo la mirada del entonces presidente Donald Trump, quien celebró además su cumpleaños 79.
El movimiento “No Kings”, organizado por 50501 —que significa “50 protestas, 50 estados, 1 movimiento”— se levantó como un grito contra la concentración de poder y la militarización que, según sus voces, amenazan la democracia. Las manifestaciones se desarrollaron en ciudades emblemáticas como Los Ángeles, Nueva York, Atlanta y Filadelfia, con una convocatoria masiva y una atmósfera mayoritariamente pacífica.
Sin embargo, la jornada no estuvo exenta de violencia. En Minnesota, un ataque armado impactó a figuras políticas locales, como la congresista estatal Melissa Hortman y el senador John A. Hoffman, un episodio que desató alarma sobre la seguridad y la polarización creciente. La policía estadounidense identificó a Vance Luther Boelter como principal sospechoso, un dato que confirma la radicalización que subyace a este conflicto social.
Mientras las calles de varios estados vibraban con consignas contra el autoritarismo, en Washington se desplegó una ceremonia que parecía celebrar lo contrario: la fuerza militar y el orden establecido. El desfile contó con la presencia de altos funcionarios y el presidente Trump, quien recibió el respaldo oficial en un acto que combinó patriotismo y exhibición de poderío. La participación de 6.700 soldados, 28 tanques Abrams y un bombardero B-25 evocó la historia militar del país, pero también reafirmó la apuesta por un liderazgo fuerte y centralizado.
Desde el ala progresista y movimientos sociales, se cuestiona que la militarización y la concentración de poder respondan a una agenda que excluye a amplios sectores sociales, profundiza desigualdades y erosiona la confianza en las instituciones. “El autoritarismo y la militarización son amenazas reales para nuestra democracia”, afirmó una vocera del movimiento “No Kings” en una entrevista con El País.
En contraste, sectores conservadores y el gobierno defendieron el desfile como un símbolo de unidad nacional y defensa de la soberanía. “Celebramos 250 años de servicio y sacrificio que garantizan la libertad de nuestra nación”, declaró un alto funcionario presente en la ceremonia.
La confluencia de estas manifestaciones y el desfile militar no es solo un choque de eventos, sino un reflejo de la fractura social y política que atraviesa Estados Unidos. La violencia en Minnesota es un síntoma alarmante de la polarización y la radicalización, mientras que la masividad del movimiento “No Kings” muestra el descontento ciudadano con el rumbo político y social.
A seis meses de estos hechos, la tensión persiste, con debates intensos sobre la seguridad, la democracia y el papel de las fuerzas armadas en la sociedad. Las heridas abiertas y las narrativas encontradas invitan a una reflexión profunda sobre cómo Estados Unidos enfrenta sus contradicciones internas y qué modelo de convivencia política está dispuesto a construir.
Este episodio, lejos de ser un simple choque de eventos, es una ventana para entender las complejidades de un país que se debate entre la tradición militarista y un reclamo popular por justicia y democracia más participativa.