En julio de 2025, a más de un año y medio de su dramática deserción durante los Juegos Parapanamericanos de Santiago 2023, el para atleta de origen cubano Yunerki Ortega Ponce recibió la noticia que redefiniría su futuro: el Senado de la República de Chile le concedió, por unanimidad, la nacionalidad por gracia. "Lo que siento hoy en mi corazón es mucho mayor a una medalla de oro olímpica", declaró emocionado. Este acto, que culmina un arduo proceso legislativo y personal, no es solo la historia de un deportista buscando un futuro mejor; es un capítulo relevante en la continua conversación sobre la identidad nacional, la migración y el mérito en el Chile del siglo XXI.
La decisión del Congreso, impulsada por figuras como la diputada y ex atleta Érika Olivera y el senador Francisco Chahuán, fue enmarcada como un "acto de justicia" y un reconocimiento a la trayectoria y potencial de Ortega. Sin embargo, este gesto de acogida se produce en un escenario nacional complejo, donde la narrativa sobre la migración es cada vez más poliédrica y, a ratos, conflictiva.
La historia de Ortega comenzó a escribirse públicamente en noviembre de 2023, cuando, tras competir, abandonó la Villa Panamericana. Su motivación, según relató, era escapar de un sistema que lo hacía sentir como un "gladiador en la época romana", compitiendo sin recibir beneficios acordes a su esfuerzo y necesidades. Su decisión de quedarse en Chile, un país que le ofrecía la promesa de una "nueva oportunidad de vida", lo sumergió en una etapa de precariedad e incertidumbre, viviendo de la ayuda de cercanos mientras intentaba reorientar su carrera deportiva de la natación al para triatlón.
El camino hacia la ciudadanía chilena fue una carrera de fondo. Con el apoyo legal del abogado Mijail Bonito —quien ve en el caso una señal de que "Chile es un país que reconoce los aportes de la migración ordenada"— y el respaldo político transversal, su caso avanzó. La Cámara Baja aprobó el proyecto en mayo de 2025, y el Senado lo ratificó dos meses después. La consecuencia inmediata es tangible: Ortega ahora puede representar oficialmente a Chile, con la mira puesta en los Juegos Paralímpicos de Los Ángeles 2028.
La nacionalización de Yunerki Ortega se suma a las de otros deportistas de origen cubano como el luchador Yasmani Acosta y el decatleta Santiago Ford, ambos medallistas para Chile. Estos casos construyen una narrativa de éxito: la del inmigrante que, a través del talento y el esfuerzo excepcional, se integra y aporta glorias al país de acogida. Es una visión que celebra la meritocracia y presenta una cara amable y productiva de la migración.
Esta perspectiva, sin embargo, genera una disonancia cognitiva constructiva cuando se contrasta con otros debates nacionales. Simultáneamente a la celebración del nuevo chileno, cifras del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) publicadas en julio de 2025 indicaban que la tasa de desocupación extranjera se situó en 7,8%, un alza de 1,4 puntos en un año, afectando principalmente a sectores como el comercio y la construcción. Este dato alimenta una percepción de competencia en el mercado laboral y complejiza el discurso de la "migración ordenada".
Además, la discusión política sobre el rol de los extranjeros en la vida cívica del país también muestra fisuras. Un editorial de La Tercera de julio de 2025 titulaba "Controversia por voto de extranjeros", analizando la propuesta de eximir de multas por no sufragar a los extranjeros avecindados, mientras se mantenía la obligatoriedad para los ciudadanos chilenos. El debate revela una tensión subyacente sobre los derechos y deberes de quienes, sin haber nacido en Chile, forman parte de su tejido social. ¿Se aplican los mismos raseros para todos? ¿Se distingue entre el inmigrante que trae medallas y aquel que busca empleo?
La figura de la nacionalidad por gracia es una herramienta constitucional reservada para extranjeros que han prestado "servicios insignes" a la República. Históricamente, se ha otorgado a científicos, artistas y, crecientemente, a deportistas. El caso de Ortega reactualiza su uso y, con ello, la pregunta sobre qué considera Chile un "servicio insigne" en la actualidad. ¿Es el potencial de una medalla un servicio a la nación equiparable a una contribución científica?
Hoy, Yunerki Ortega es legalmente chileno. Su foco está en entrenar, competir y, como él mismo dice, "retribuirle a Chile todo lo que ha hecho por mí". Su historia personal parece cerrada con un final feliz. No obstante, el debate que su caso ilumina sigue completamente abierto. La sociedad chilena continúa navegando las turbulentas aguas de su propia identidad, debatiéndose entre una definición basada en el origen y la tradición, y otra más fluida, construida sobre la base del aporte, la convivencia y la elección personal. La historia de Yunerki Ortega no es el final de la discusión, sino un potente catalizador para ella.