Hace ya varios meses que Ovidio Guzmán López, alias "El Ratón" e hijo del legendario Joaquín "El Chapo" Guzmán, se declaró culpable en una corte de Chicago. Para el ciclo noticioso inmediato, fue el clímax de una persecución de años. Sin embargo, con la distancia que otorga el tiempo, aquel evento judicial se revela no como un punto final, sino como una pieza clave en un ajedrez mucho más complejo y sangriento: la brutal guerra de sucesión por el trono del Cártel de Sinaloa y la conformación de una nueva y temible alianza en el crimen organizado transnacional.
La caída de un heredero no significó la paz. Por el contrario, la rendición de Ovidio fue una jugada estratégica que ha intensificado la violencia en México y redefinido las rutas del narcotráfico a nivel global. Lejos de ser un golpe que debilita al cártel, ha acelerado su metamorfosis hacia una estructura más volátil y peligrosa.
El origen del conflicto actual se remonta a la extradición de "El Chapo". El poder se fragmentó entre dos facciones principales: la de sus hijos, conocidos como "Los Chapitos" (Iván Archivaldo, Jesús Alfredo, Joaquín y el propio Ovidio), y la del cofundador del cártel, el veterano Ismael "El Mayo" Zambada. Durante años, mantuvieron una tensa coexistencia.
El punto de quiebre, según fuentes de inteligencia y reportes periodísticos, fue una traición de proporciones históricas. A mediados de 2024, "El Mayo" Zambada, el capo que por décadas fue considerado intocable, fue presuntamente secuestrado y entregado a las autoridades estadounidenses por la facción de "Los Chapitos". Este acto desató una guerra abierta en Sinaloa. La respuesta fue inmediata y salvaje: a principios de julio de 2025, la aparición de veinte cadáveres, varios de ellos decapitados y colgados de un puente en Culiacán, se convirtió en el macabro símbolo de esta nueva era de violencia, que ya acumula más de un millar de muertos y desaparecidos.
En medio de esta guerra interna y bajo la creciente presión de Estados Unidos por el tráfico de fentanilo, "Los Chapitos" ejecutaron su movimiento más audaz: aliarse con su archirrival histórico, el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG). La DEA confirmó a mediados de 2025 lo que parecía impensable: los dos grupos criminales más poderosos de México unían fuerzas.
Esta alianza no es una fusión, sino un pacto estratégico. "Los Chapitos" aportan su red logística global, su experiencia en la producción de fentanilo y su control histórico de rutas. El CJNG, por su parte, suma su capacidad de fuego, su control territorial expansivo y su brutalidad disciplinaria. Juntos, aspiran a consolidar un monopolio sobre la producción y distribución de drogas sintéticas hacia Estados Unidos y Europa. Como señaló un analista de seguridad, "es como traer a Messi a tu equipo de fútbol", una combinación que crea una capacidad de producción global sin precedentes y altera significativamente el equilibrio de poder criminal en México y más allá.
La declaración de culpabilidad de Ovidio Guzmán se lee de maneras radicalmente distintas desde diferentes veredas:
El caso de Ovidio Guzmán está lejos de cerrarse. Su declaración de culpabilidad no es la conclusión de la historia, sino el prólogo de un nuevo capítulo. La guerra en Sinaloa continúa, ahora con un actor de alcance nacional como el CJNG interviniendo directamente. La alianza entre "Los Chapitos" y el CJNG está en su fase de consolidación, y su éxito o fracaso determinará el futuro del crimen organizado en el hemisferio.
La información que "El Ratón" provea a Estados Unidos podría desatar tormentas políticas en México durante años. El trono del Cártel de Sinaloa, aunque ocupado por una nueva y temible coalición, permanece inestable. La caída de un príncipe no trajo la paz, sino que simplemente coronó a un nuevo tipo de rey, uno nacido de la traición, la pragmática violencia y las nuevas reglas del mercado global de la droga.