De la Risa al Olvido: La Parábola de 'La Vístima' y el Costo Humano de la Fama Viral en Chile

De la Risa al Olvido: La Parábola de 'La Vístima' y el Costo Humano de la Fama Viral en Chile
2025-07-07

- La muerte de Elizabeth Ogaz, la mujer tras el viral 'la vístima', reabre el debate sobre la crueldad digital y la fama efímera.

- El fenómeno expuso la delgada línea entre el humor popular y el ciberacoso, donde una persona se convierte en producto sin su consentimiento ni beneficio.

- Su historia refleja un patrón más amplio de violencia digital en Chile, donde la viralización a menudo eclipsa la humanidad detrás de la pantalla.

El Eco de una Ausencia

A mediados de abril, la noticia del fallecimiento de Elizabeth Ogaz a los 61 años cerró un capítulo inesperado en la cultura popular chilena. Su muerte, ocurrida meses después de complicaciones de salud que derivaron en la amputación de una pierna, no solo fue el fin de una vida, sino también un llamado a la reflexión sobre un fenómeno que la catapultó a una fama no solicitada. En 2019, una frase suya, 'se hace la vístima', pronunciada con espontaneidad en un matinal de televisión, la convirtió en un meme instantáneo. Hoy, a más de un mes de su partida, la distancia temporal permite analizar las capas de un suceso que transitó de la comedia viral a la tragedia silenciosa, exponiendo las profundas grietas de nuestra convivencia digital.

La Anatomía de un Viral: De Caricatura a Producto

Todo comenzó en 2019. El matinal 'Bienvenidos' de Canal 13 reporteaba en La Calera sobre el bullado quiebre entre el expresidente de la ANFP, Sergio Jadue, y su esposa, María Inés Facuse. Elizabeth Ogaz, como vecina, dio su opinión sin filtros. Su particular pronunciación de la palabra 'víctima' fue suficiente para que el clip se desmembrara de su contexto y comenzara una vida propia en redes sociales.

La evolución fue vertiginosa. Primero fueron los memes y stickers de WhatsApp. Luego, DJs y productores musicales crearon remixes que sonaron en fiestas. Para las Fiestas Patrias de ese año, una fonda adoptó su frase como nombre, consolidándola como un ícono del folclore digital chileno. Elizabeth Ogaz pasó de ser una ciudadana anónima a un personaje público. Sin embargo, esta 'fama' nunca se tradujo en bienestar. En entrevistas posteriores, especialmente durante la pandemia en 2020, Ogaz habló de sus dificultades económicas y de su precaria salud. La viralidad la había convertido en una caricatura, un producto de consumo rápido del que muchos se rieron, pero pocos se preocuparon por la persona detrás.

El Contraste de Perspectivas: ¿Humor Inocente o Explotación Silenciosa?

La historia de 'la vístima' se debate entre dos visiones contrapuestas. Por un lado, una gran parte de la audiencia la interpretó como humor popular e inofensivo. La frase se integró al léxico coloquial como una forma ingeniosa de señalar la victimización. Desde esta óptica, Ogaz se convirtió, sin quererlo, en parte de la cultura pop, un fenómeno orgánico nacido de la espontaneidad ciudadana, como lo reflejaron tuits que la despidieron como un 'ícono'.

Sin embargo, una mirada más crítica revela una dinámica de explotación y ciberacoso normalizado. Elizabeth Ogaz, una mujer de origen humilde y con evidentes vulnerabilidades, fue expuesta, ridiculizada y mercantilizada sin recibir beneficio alguno. Su imagen y su voz fueron apropiadas por terceros, desde medios de comunicación que la buscaron para repetir su 'éxito' hasta emprendedores que usaron su frase para lucrar. Se le negó la agencia sobre su propia historia, transformándola en un objeto de burla masiva. La risa colectiva silenció la pregunta fundamental: ¿nos estábamos riendo con ella o de ella?

El Espejo de la Violencia Digital en Chile

El caso de Elizabeth Ogaz no es un hecho aislado, sino el síntoma de una cultura digital más amplia y a menudo hostil. Fenómenos como la 'funa', el doxxing y el hostigamiento en línea, como el denunciado por figuras públicas como la influencer Carmen Castillo ('Carmen Tuitera'), muestran un patrón donde el anonimato y la masividad de las redes sociales diluyen la responsabilidad y la empatía. Se crea un tribunal público virtual donde la humillación se convierte en entretenimiento.

Análisis sobre dinámicas digitales en Chile, como los que exploran la 'cultura incel' y la misoginia en línea, señalan cómo la frustración y el resentimiento encuentran en internet un caldo de cultivo. Aunque el caso de Ogaz no responde a una ideología de odio, sí comparte el mecanismo subyacente: la deshumanización del otro a través de la pantalla. La persona se reduce a un avatar, a un meme, a un objeto sobre el cual se puede proyectar burla o desprecio sin enfrentar las consecuencias humanas. La pregunta '¿quién nos protege?' resuena no solo para las víctimas de acoso directo, sino también para aquellos atrapados involuntariamente en el ciclón de la viralidad.

Un Legado Involuntario

La historia de Elizabeth Ogaz está cerrada, pero el debate que generó sigue abierto y es más pertinente que nunca. Su fallecimiento nos obliga a mirar críticamente nuestro comportamiento como consumidores y creadores de contenido digital. La facilidad con la que un individuo puede ser elevado a la fama y luego desechado revela una cultura de lo efímero que ignora el costo personal. El legado involuntario de 'la vístima' es una incómoda pregunta sobre la ética de nuestra risa y el verdadero precio de un 'like'. Nos interpela a construir un espacio digital donde la empatía pese más que la viralidad y donde ninguna persona vuelva a ser reducida a una broma de un solo uso.

La historia encapsula la transición de un fenómeno cultural de comedia viral a una tragedia humana, exponiendo las profundas implicaciones éticas y sociales de la fama digital. Su evolución permite analizar críticamente la cultura de los memes, el ciberacoso y la precarización de la vida en la era de la exposición mediática masiva. El desenlace del evento ofrece una perspectiva cerrada y madura para reflexionar sobre la responsabilidad colectiva y el impacto real detrás de la pantalla.