La contundente victoria de Jeannette Jara en las primarias oficialistas del 29 de junio de 2025 no fue simplemente la elección de una candidata, sino la señal de un profundo realineamiento de fuerzas en la política chilena. Con más del 60% de los votos, la exministra del Trabajo y militante comunista no solo se impuso, sino que dejó en un lejano segundo lugar a Carolina Tohá, la carta del Socialismo Democrático (SD) y encarnación del legado de la Concertación. Este resultado, ocurrido en una jornada de baja participación, ha inaugurado un período de alta incertidumbre y ha puesto a la izquierda chilena en su encrucijada más compleja en décadas: la de construir una mayoría para gobernar desde un liderazgo históricamente resistido por los sectores moderados.
La candidatura de Jara abre al menos tres escenarios proyectados a mediano y largo plazo, cuyo desenlace dependerá de decisiones críticas en las próximas semanas.
El triunfo de Jara ha obligado a todos los actores a recalcular sus posiciones, revelando sus intereses y temores.
- El Dilema del Socialismo Democrático: Atrapado entre la lealtad a la coalición y el rechazo a un programa que consideran inviable. Su disyuntiva es existencial: ser un socio menor en un gobierno de izquierda dura o arriesgarse a la irrelevancia política. La presidenta del PS, Paulina Vodanovic, intenta tender puentes, criticando el “énfasis en su condición de comunista”, mientras otras figuras del sector exigen cambios programáticos sustanciales como condición para un apoyo real.
- El Fantasma de la Concertación y el Centro Huérfano: La derrota de Carolina Tohá, como analiza el académico Rafael Sousa, es la constatación de que “la Concertación puede inspirar una forma de conducción política, pero es más un pedazo de historia que una experiencia replicable”. Esto deja a un importante segmento del electorado de centro sin una representación clara, convirtiéndolo en el botín más preciado de la elección. La pregunta es si este votante es más anti-derecha o más anti-comunista.
- La Oportunidad de Oro para la Derecha: Una candidata del Partido Comunista es el adversario ideal para unificar sus filas y atraer al centro moderado. Permite enmarcar la elección en una dicotomía simple: estabilidad versus extremismo. Figuras como José Antonio Kast ya explotan esta veta, mientras economistas como Tomás Rau, del Instituto de Economía UC, legitiman estos temores al calificar las propuestas de Jara como “del antiguo comunismo reflotado en tiempos modernos”.
Si bien la historia no se repite, rima. La situación actual evoca, para algunos, los desafíos que enfrentó Salvador Allende: la dificultad de gobernar con una base de apoyo minoritaria, la tensión entre un programa de cambios radicales y la necesidad de acuerdos políticos, y la reacción de los poderes económicos. La gran diferencia radica en el contexto democrático consolidado y una economía globalizada. Sin embargo, el patrón de polarización y la desconfianza de los mercados son dinámicas que amenazan con resurgir, poniendo a prueba la resiliencia de las instituciones chilenas.
Independientemente del resultado de noviembre, el triunfo de Jeannette Jara en las primarias ya ha definido el tono del próximo ciclo político: será uno de alta tensión y de márgenes estrechos. La tendencia dominante es hacia una mayor polarización, lo que dificultará enormemente la construcción de acuerdos y la gobernabilidad. El mayor riesgo no es solo quién gane la presidencia, sino que el próximo gobierno, sea del color que sea, enfrente un Congreso fragmentado y una sociedad dividida, incapaz de procesar las reformas que el país demanda.
La candidatura de Jara representa una apuesta histórica para la izquierda chilena. Su éxito o fracaso no se medirá solo en las urnas, sino en su capacidad para demostrar que puede construir una mayoría social y política que dé certezas en medio de la incertidumbre. El futuro de Chile se juega en esa delicada balanza.