En junio de 2002, un Chile que aún navegaba las aguas de una transición reciente se vio sacudido por una imagen poderosa: cuatro mil cuerpos desnudos cubriendo el Parque Forestal. La intervención del fotógrafo estadounidense Spencer Tunick no fue solo una fotografía; fue un sismógrafo cultural que midió las tensiones entre la apertura y el conservadurismo, la libertad individual y el tabú colectivo. Veintitrés años después, en abril de 2025, el nombre de Tunick volvió a los titulares, pero el evento que lo trajo de vuelta no fue una repetición, sino el prólogo de un capítulo aún no escrito. Su visita, materializada en una sesión íntima en el Centro Cultural GAM, no buscaba recrear el pasado, sino usar su eco para proyectar un futuro: una nueva y monumental obra en Chile para el año 2026.
La noticia inicial, difundida a principios de abril por medios como BioBioChile y Cooperativa, hablaba de un "regreso" y un "nuevo proyecto". Sin embargo, la narrativa maduró rápidamente. La "Live Session" del 15 de abril, organizada por 2046 Foundation y Creatibo.CO, no era el fin, sino el medio. Ante una audiencia de artistas, gestores culturales y periodistas, Tunick, entrevistado por Rodrigo Guendelman, confesó tener una deuda pendiente. La caótica pero memorable sesión de 2002, marcada por la improvisación y el frío, no le permitió realizar la "escultura humana" que había concebido. Ese anhelo es el motor de su retorno.
La evolución de la noticia se profundizó con la revelación de gestiones institucionales. Registros de la Ley de Lobby confirmaron reuniones de los productores con el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio a fines de 2024 y con la Dirección de Desarrollo Comunitario de la Municipalidad de Maipú en enero de 2025. Estos antecedentes transformaron la especulación en una posibilidad concreta: el próximo desnudo masivo podría tener una escala y un respaldo institucional inéditos, lejos de la guerrilla artística de antaño. Tunick mismo confirmó haber recorrido Santiago buscando locaciones, mencionando el Funicular del Cerro San Cristóbal y dejando abierta la puerta a espacios como el Parque Estadio Nacional o el nuevo Parque Mapocho Río.
El anuncio ha funcionado como un espejo que refleja las distintas caras del Chile actual, contrastadas con las de 2002.
- La Visión del Artista y el Mundo Cultural: Para Tunick, el objetivo es puramente artístico y conceptual. "No estoy pensando demasiado en romper récords, estoy pensando en hacer arte", declaró a La Tercera. Su discurso se centra en la conexión humana, la diversidad de los cuerpos y la creación de una experiencia sanadora y reflexiva. Artistas locales como el cantautor Tata Barahona, quien participó como voluntario en 2002, ven en su regreso una oportunidad para revivir un acto de liberación colectiva. La recepción en el GAM, con performances de danza y música, enmarcó el evento como un hito cultural legítimo.
- El Prisma Sociopolítico: Inevitablemente, el proyecto exhuma el debate sobre los límites del arte y la moral. En 2002, grupos conservadores y religiosos protestaron enérgicamente. Hoy, en un contexto global y local de polarización y avance de discursos conservadores, la pregunta sobre la recepción de una obra similar es pertinente. El propio Tunick, al ser consultado, defendió el derecho a la protesta como parte de la libertad de expresión, pero reafirmó el carácter político inherente de su obra: "En la mayoría de los estados de Estados Unidos es ilegal el desnudo y continúo desafiando eso".
- La Mirada Ciudadana y Mediática: La reacción inicial en medios y redes sociales osciló entre la nostalgia y el humor, con titulares como "¿Se viene empelota remix?" (Radio Carolina). Para una generación, el evento de 2002 es un recuerdo icónico de juventud y transgresión. Para otros, la propuesta genera indiferencia o rechazo. La posible locación en una comuna como Maipú también introduce una variable de descentralización simbólica, sacando el foco del eje cultural tradicional del centro de Santiago.
El Chile de 2002 era una sociedad que recién se atrevía a poner a prueba los límites de su nueva democracia. El desnudo masivo fue un acto catártico, una forma de reapropiación del espacio público tras décadas de represión. El Chile de hoy, post-estallido social y procesos constituyentes, debate sobre el cuerpo desde otras trincheras: feminismo, disidencias sexuales y derechos reproductivos. La obra de Tunick en 2026 se insertará en un diálogo mucho más complejo y fragmentado sobre lo que el cuerpo representa, exige y significa en la esfera pública.
Actualmente, el proyecto está en una fase de desarrollo y búsqueda de apoyos. No hay nada cerrado. La visita de abril fue una siembra, una declaración de intenciones cuyo fruto se verá en dos años. La historia, por tanto, no ha concluido. Está en una pausa expectante, dejando a la sociedad chilena frente a una pregunta que va más allá del arte: veintitrés años después, ¿estamos preparados para volver a mirarnos en el espejo desnudo que nos propone Spencer Tunick y qué imagen nos devolverá esta vez?