Chile redefine su educación superior: un plan estratégico para 12 años frente a un sistema heterogéneo y tensionado

Un plan estratégico para un sistema en transformación

El 29 de noviembre de 2025, la Subsecretaría de Educación presentó la Estrategia de Desarrollo para la Educación Superior 2026-2038, un documento elaborado por un Consejo Asesor de 48 expertos que plantea una visión para los próximos 12 años. La propuesta busca fortalecer las capacidades del sistema educativo para enfrentar desafíos sociales, tecnológicos y productivos del país, mediante cuatro ejes prioritarios y más de 50 líneas de acción.

Este plan llega en un contexto donde la heterogeneidad del sistema de educación superior chileno es ya un hecho estructural. Según análisis recientes, el sistema está compuesto por cuatro modelos funcionales que, lejos de competir en un terreno homogéneo, cumplen roles complementarios en la generación de conocimiento, formación profesional, inserción técnica y desarrollo territorial.

Cuatro modelos, cuatro miradas

El modelo universitario académico tradicional se enfoca en la investigación y formación integral, con cerca de 30 instituciones y 350.000 estudiantes. En contraste, el modelo profesionalizante, predominante en universidades privadas e institutos profesionales, con 60 instituciones y 500.000 estudiantes, apunta a la empleabilidad y conexión con el mercado laboral.

Los centros de formación técnica (CFT) representan dos modelos: el técnico profesional con formación práctica y rápida inserción laboral (50 instituciones, 300.000 estudiantes) y los CFT regionales estatales (16 instituciones, 25.000 estudiantes) que buscan articularse con el desarrollo local y territorial.

Nicolás Garrido, director del Instituto de Políticas Económicas de la U. Andrés Bello, señala que "Chile será más productivo cuando su sistema de educación superior se convierta en un ecosistema con vasos comunicantes, donde cada modelo sabe quién es, pero también puede crecer hacia otros".

Este ecosistema diverso permite abordar desde la generación de conocimiento científico y tecnológico hasta la formación de técnicos especializados y el desarrollo territorial adaptado a las realidades regionales.

Ejes estratégicos y tensiones en el financiamiento

La estrategia define cuatro ejes: trayectorias formativas flexibles, desarrollo del conocimiento e innovación, articulación con entornos productivos y gobernanza sistémica. En este último punto, se propone modernizar la regulación, asegurar la calidad y diferenciar el financiamiento según funciones, dejando atrás esquemas homogéneos y rankings que no capturan la diversidad.

Sin embargo, el debate sobre financiamiento sigue siendo una chispa permanente. El reciente impulso al Fondo de Educación Superior (FES), basado en un impuesto a los graduados, revive tensiones históricas. Críticos como Andrés Hernando, director de la Escuela de Ingeniería Comercial de la UDP, advierten que el FES desconecta el costo de la educación del pago que deben hacer los egresados, transformándolo en un impuesto que puede afectar la autonomía y la operación de las instituciones.

"El FES amarra a las instituciones al devenir político y reduce su capacidad de maniobra", afirma Hernando, quien también señala que "existen mejores instrumentos para compartir el riesgo financiero sin que los estudiantes paguen varias veces por su carrera".

Por su parte, defensores del FES argumentan que la solidaridad en el financiamiento es necesaria para sostener la gratuidad y ampliar el acceso, y que un impuesto a los graduados es un mecanismo justo para redistribuir los costos.

Voces desde el territorio y la sociedad

En regiones, los CFT estatales reclaman mayor apoyo para fortalecer su rol articulador con gobiernos locales y sectores productivos. Líderes comunitarios valoran la inclusión de saberes ancestrales, cultura y desarrollo sostenible en la agenda educativa, pero advierten que la implementación debe ser sensible a las diversidades culturales y socioeconómicas.

Estudiantes y docentes, por su parte, reclaman mayor flexibilidad en las trayectorias formativas y reconocimiento de aprendizajes previos, así como garantías para la calidad y autonomía institucional.

Verdades y consecuencias visibles

La estrategia para la educación superior chilena se presenta como un desafío de largo plazo que reconoce la complejidad y diversidad del sistema. La heterogeneidad no es un problema, sino una fortaleza potencial si se gestiona con políticas diferenciadas y articuladas.

No obstante, el éxito dependerá de la capacidad de conciliar intereses dispares: la autonomía institucional, la equidad en el acceso y financiamiento, la calidad académica y la pertinencia productiva y territorial.

La tensión entre un financiamiento solidario y la autonomía financiera de las instituciones seguirá siendo un punto crítico en la agenda pública. La implementación de la estrategia requerirá diálogo abierto, transparencia y ajustes constantes para evitar que el sistema se fragmente o se estanque en disputas ideológicas.

En definitiva, Chile está en un momento decisivo para reimaginar su educación superior no como un conjunto de instituciones aisladas, sino como un ecosistema dinámico que responda a los desafíos del siglo XXI, con sus luces y sombras, sus acuerdos y contradicciones, ante la mirada expectante de una sociedad que demanda sentido, justicia y futuro.

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Fuentes:

- Subsecretaría de Educación, Estrategia de Desarrollo para la Educación Superior 2026-2038 (2025)

- Nicolás Garrido, Instituto de Políticas Económicas U. Andrés Bello (2025)

- Andrés Hernando, Escuela de Ingeniería Comercial, UDP (2025)

- Análisis de El País Chile y Cooperativa.cl (2025)