Dos meses después de que se cerrara el plazo legal para la inscripción de primarias presidenciales, el panorama en la derecha chilena es claro, aunque no por ello menos complejo: Evelyn Matthei, la carta de Chile Vamos, correrá directamente a la primera vuelta. Lo que a primera vista parece una proclamación sin contrapesos es, en realidad, la consecuencia de un intrincado ajedrez político que durante semanas expuso las fracturas, desconfianzas y cálculos estratégicos que dividen al sector. La ausencia de primarias no fue una decisión unánime, sino el resultado de un laberinto de negociaciones fallidas que deja a la derecha en una posición de competencia interna abierta de cara a noviembre.
La historia de esta primaria que no fue comenzó con un llamado a la unidad. Evelyn Matthei y las directivas de Chile Vamos (UDI, RN, Evópoli) abogaron insistentemente por una “gran primaria” que incluyera a todas las fuerzas del sector, desde el centro hasta la derecha más dura. El objetivo era doble: legitimar a un candidato único y, más importante aún, asegurar una lista parlamentaria conjunta que les permitiera aspirar a una mayoría en el Congreso, un anhelo histórico. “Era una oportunidad histórica poder ganar en primera vuelta”, lamentaría Matthei al confirmar el fracaso de la iniciativa.
El principal obstáculo fue la negativa rotunda y estratégica del Partido Republicano. Su líder, José Antonio Kast, calificó la propuesta como un “verdadero tongo” y se refirió a sus eventuales socios como la “derechita cobarde”. Para los republicanos, el mecanismo de primarias era una herramienta de Chile Vamos para ungir a su candidata y subordinar al resto. Su contrapropuesta fue clara: la “mejor y verdadera primaria es la de la primera vuelta”, donde los casi 15 millones de electores habilitados, y no solo los adherentes de una coalición, decidirían.
En medio de esta tensión, surgieron figuras que intentaron forzar el escenario. El exalcalde Rodolfo Carter, con un estilo mediático y confrontacional, exigió un espacio para competir, llegando a criticar a Matthei por estar “encerrada en su casa tocando el piano” mientras la izquierda desplegaba a sus candidatos. Sus intentos, sin embargo, chocaron con la reticencia de Chile Vamos a organizar una primaria de a dos. La propia Matthei sinceró la postura: “No tiene sentido. La gente cacha que eso no es una primaria de verdad”. El movimiento más dramático fue el del senador Francisco Chahuán, quien renunció a sus 36 años de militancia en Renovación Nacional para inscribirse como independiente y viabilizar una contienda. Su gesto, aunque valorado por la coalición, resultó insuficiente para cambiar el desenlace.
El episodio revela dos lógicas políticas en colisión:
Este conflicto no es nuevo. Es el capítulo más reciente de una tensión que ha marcado a la derecha chilena desde el retorno a la democracia: la convivencia entre un ala más pragmática y de pactos (representada por Chile Vamos) y otra más ideológica y rupturista (hoy encarnada por el Partido Republicano). El fantasma de la elección presidencial de 2021 es un antecedente clave. En esa ocasión, la división en primera vuelta entre Sebastián Sichel (ganador de la primaria de Chile Vamos) y José Antonio Kast fragmentó el voto del sector, lo que, según analistas, facilitó el paso de Gabriel Boric a la segunda vuelta. La decisión de competir por separado en 2025 es una repetición de esa apuesta, con el riesgo latente de que la historia se repita.
El tema de las primarias está cerrado, pero la carrera presidencial en la derecha está más abierta que nunca. La proclamación de Evelyn Matthei no le garantiza un camino despejado. Por el contrario, la ha instalado formalmente en una competencia directa con José Antonio Kast por el liderazgo del sector. La primera vuelta se ha convertido, de facto, en la primaria que no quisieron o no pudieron realizar. El desafío para ambos candidatos será consolidar sus bases, atraer a los votantes indecisos del sector y evitar una fuga de votos hacia el centro o los extremos que pueda costarles el paso a la definición final. La unidad, que fue el objetivo declarado hace unos meses, es hoy la principal incógnita.