El auge de la ultraderecha y la encrucijada de la derecha convencional en Chile: ¿adaptación o ruptura democrática?

El auge de la ultraderecha y la encrucijada de la derecha convencional en Chile: ¿adaptación o ruptura democrática?
Actualidad
Política
2025-11-11
Fuentes
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- Crecimiento autoritario interno que tensiona la democracia chilena.

- Fragmentación y disputa simbólica en la derecha tradicional.

- Dilema civilizatorio entre mantener normas democráticas o ceder a agendas iliberales.

En los meses previos a las elecciones presidenciales y parlamentarias de 2025, Chile ha sido testigo de una transformación profunda en el mapa político de la derecha.

El Partido Republicano y el Partido Nacional Libertario se han consolidado como actores clave, erosionando la hegemonía que durante décadas ejerció Chile Vamos, la coalición que agrupa a la derecha tradicional.
Esta irrupción no solo ha modificado la competencia electoral, sino que ha puesto en jaque la definición misma de lo que significa la democracia en el país.

Autoritarismo y exclusión: la esencia de la ultraderecha chilena

El núcleo duro de esta nueva ultraderecha se articula en torno a una disposición autoritaria, entendida no solo como un conjunto de ideas, sino como una manera de interpretar el mundo.

Según la politóloga Lisa Zanotti, "el autoritarismo se activa frente a percepciones de amenaza, priorizando orden, conformidad y homogeneidad moral, lo que justifica la exclusión y la coerción".
Esto se traduce en discursos que restringen derechos y acotan la pluralidad, sin cuestionar la forma electoral democrática, pero sí limitando su sustancia pluralista.

En Chile, esta dinámica se expresa en la normalización de discursos que reivindican el legado autoritario y en la presión para redefinir la pertenencia cívica bajo cánones conservadores y excluyentes.

El Partido Republicano, liderado por José Antonio Kast, reivindica explícitamente su cercanía con el régimen militar y los valores gremialistas fundacionales de la UDI, mientras denuncia la "sobreadaptación" de esta última a políticas consideradas progresistas.

La derecha convencional en el laberinto

Chile Vamos enfrenta un dilema que trasciende lo meramente electoral: contener a la ultraderecha y arriesgar la pérdida de votos o converger con sus demandas y poner en riesgo los estándares democráticos.

Un dirigente de RN señaló que "la tensión es entre preservar una derecha democrática que respete la pluralidad o ceder a la presión de agendas iliberales para no perder terreno electoral".

Esta tensión se ha manifestado en la campaña electoral, donde Evópoli ha moderado su perfil liberal para no quedar aislado, y la UDI disputa simbólicamente el legado gremialista con los Republicanos. En paralelo, el Partido Nacional Libertario se ha posicionado como la opción más combativa y anti-globalista, capturando un electorado que demanda mano dura y rechazo al progresismo.

La fragmentación del Congreso y la necesidad de alianzas cruzadas hacen que el apoyo o rechazo a la ultraderecha se convierta en moneda de cambio, profundizando la incertidumbre sobre el rumbo democrático.

Voces en pugna: pluralidad de perspectivas

Desde la izquierda y sectores progresistas, la ultraderecha es vista como una amenaza directa a los avances sociales y a los derechos conquistados.

La diputada Camila Vallejo advirtió que "normalizar discursos autoritarios es erosionar las bases de la democracia y abrir la puerta a la exclusión y la violencia institucional".

Por otro lado, defensores de la ultraderecha argumentan que representan una respuesta legítima al malestar ciudadano frente a la inseguridad, la crisis económica y la pérdida de valores tradicionales.

José Antonio Kast afirmó: "No queremos destruir la democracia, sino devolverle el orden y la estabilidad que la sociedad demanda".

En el centro político, la preocupación gira en torno a la capacidad de diálogo y consenso para evitar la polarización extrema y preservar el equilibrio institucional.

Constataciones y consecuencias

La evidencia acumulada muestra que el crecimiento de la ultraderecha en Chile no es un fenómeno marginal ni pasajero.

Su ascenso ha tensado las normas democráticas desde adentro, poniendo en jaque la convivencia pluralista y la tolerancia al disenso.

El dilema que enfrenta la derecha tradicional es, en última instancia, civilizatorio: elegir entre adaptarse a un malestar que impulsa agendas iliberales o sostener las normas democráticas que garantizan la inclusión y el respeto a los derechos.

Este desafío no solo definirá quién gobierna en 2026, sino qué entendemos por democracia en Chile en los años venideros. La decisión tendrá repercusiones profundas en la estabilidad política, la cohesión social y la calidad del sistema democrático.

En un escenario fragmentado y polarizado, la responsabilidad recae en todos los actores políticos y sociales para evitar que la tentación autoritaria erosione las bases del pacto democrático y para construir un Chile donde el orden no sea sinónimo de exclusión, sino de convivencia plural y respeto mutuo.