
El pulso entre leyes laborales y tecnología ha puesto al mercado laboral chileno en una encrucijada cuyo desenlace aún no está escrito. Desde mayo de 2023, el salario mínimo acumuló un alza del 24,5%, superando ampliamente la inflación y el crecimiento general de remuneraciones. Paralelamente, la implementación de la jornada laboral de 40 horas y la acelerada automatización han modificado el tejido productivo y la demanda de mano de obra.
Este escenario fue analizado con detenimiento en el último Informe de Política Monetaria (IPoM) del Banco Central, que reveló una menor creación de empleos y una tasa de desocupación cercana al 9%. El análisis cuantificó que el aumento del salario mínimo ha provocado una caída aproximada del 1,5% en el empleo asalariado formal. Más aún, empresas con mayor proporción de trabajadores afectados por el salario mínimo experimentaron una reducción de empleo del 5,6% en promedio entre 2023 y 2025.
El debate se enciende al confrontar estas cifras con las voces de distintos actores sociales y económicos.
Desde el sector empresarial, 'la automatización no es solo una respuesta a la presión de costos, sino una estrategia para mantener competitividad en un mercado globalizado', señalan representantes de cámaras industriales. Para ellos, la reducción de dotaciones laborales es un fenómeno irreversible, potenciado por la incorporación de tecnologías que permiten operar con menos personal y perfiles más especializados.
En contraste, sindicatos y organizaciones laborales advierten que 'las políticas de aumento salarial y reducción de jornada buscan mejorar la calidad de vida de los trabajadores, pero requieren un acompañamiento que evite pérdidas masivas de empleo y precarización.' Denuncian además que la automatización puede profundizar la desigualdad si no se implementan políticas de capacitación y redistribución.
La academia aporta una mirada que busca integrar ambas dimensiones. Estudios recientes indican que los factores regulatorios y tecnológicos no actúan aisladamente, sino que se refuerzan mutuamente, generando efectos encadenados en la estructura del empleo. 'La transformación del mercado laboral chileno exige políticas públicas que equilibren la protección social con la promoción de la innovación y la reconversión laboral', afirma un economista laboral de la Universidad de Chile.
En regiones, el impacto también es desigual. Mientras centros urbanos con mayor desarrollo tecnológico absorben mejor los cambios, zonas con alta dependencia de la mano de obra no calificada enfrentan mayores desafíos para mantener empleos formales.
Las consecuencias visibles hasta ahora son claras: un mercado laboral más exigente, con menos puestos para trabajadores no especializados y una creciente demanda por perfiles técnicos y digitales. La tasa de desempleo ha subido hasta 0,3 puntos porcentuales respecto a niveles de largo plazo, y la creación de empleo se mantiene débil.
¿Qué se puede concluir? La interacción entre el aumento del salario mínimo, la reducción de la jornada laboral y la automatización está redefiniendo el empleo en Chile, con costos y beneficios que deben ser gestionados con visión integral. La tensión entre proteger al trabajador y mantener la competitividad empresarial exige un diálogo profundo y políticas públicas ajustadas a esta nueva realidad.
Este proceso no es exclusivo de Chile, sino parte de una transformación global que pone a prueba la capacidad de los países para adaptarse sin dejar atrás a sus ciudadanos más vulnerables.
2025-10-14