
Un terremoto sonoro sacude la escena musical chilena, pero no sin dejar tras de sí un rastro de controversias y cuestionamientos profundos. Desde septiembre, luego de la aparición de Felipe de Valle, Los Fomes, ELEDOSCE, Li Milagros y Alexia Naomi, la conversación pública ha oscilado entre la celebración de una renovación artística y el escepticismo sobre la durabilidad y el sentido de esta "nueva ola".
El 7 de septiembre de 2025, Cooperativa.cl difundió un artículo presentando a estos artistas como la vanguardia de la música chilena emergente. Desde entonces, su presencia ha crecido en escenarios, plataformas digitales y redes sociales, generando un fenómeno que trasciende lo estrictamente musical para instalar un debate cultural.
Desde la izquierda cultural, algunos críticos celebran esta renovación como un reflejo de la diversidad y complejidad de la sociedad chilena contemporánea. "Estos artistas están desafiando las estructuras tradicionales y abriendo espacios para nuevas narrativas que incluyen voces antes marginadas", señala María Fernández, académica de música popular en la Universidad de Chile.
En contraste, sectores más conservadores y algunos periodistas especializados advierten que este fenómeno podría ser una moda pasajera, marcada por la sobreexposición digital y la falta de profundidad artística. "La saturación de contenidos y la búsqueda de viralidad pueden diluir el valor real de la música, que requiere tiempo y experiencia para consolidarse", argumenta Rodrigo Solar, crítico musical.
Esta ola sonora ha tenido un efecto notable en regiones fuera del Gran Santiago, donde la llegada de estos artistas ha revitalizado circuitos culturales y espacios de encuentro. Sin embargo, también ha generado tensiones con músicos locales que sienten que la atención mediática se concentra en ciertos nombres, dejando de lado la riqueza musical tradicional y las expresiones folclóricas.
"Nos alegra que la música chilena esté en el foco, pero no podemos perder nuestra identidad ni nuestras raíces", comenta Juana Rojas, compositora de música folclórica en la Región del Biobío.
Los seguidores de estos nuevos sonidos valoran la frescura, la experimentación y la conexión con temas contemporáneos como la identidad, la ansiedad y la crítica social. Para ellos, esta música es un reflejo auténtico de su realidad. Sin embargo, la polarización también se traslada a las redes sociales, donde debates acalorados enfrentan a defensores y detractores, evidenciando una sociedad culturalmente fragmentada.
A más de dos meses desde la irrupción de esta nueva generación musical, queda claro que no se trata solo de un fenómeno artístico sino de un espacio de disputa cultural y social. La tensión entre innovación y tradición, entre lo local y lo global, y entre la efervescencia digital y la profundidad artística, configura un escenario donde la música es tanto espejo como motor de cambios.
Lo que está en juego no es solo quiénes serán los referentes del futuro musical chileno, sino cómo se define y se valora la cultura en un país que busca reconciliar su historia con los desafíos de un mundo en constante transformación.