
Una batalla invisible pero decisiva se ha librado en el corazón del mercado laboral chileno durante la última década. El 19 de julio de 2025, CIPER Chile publicó un análisis basado en la Encuesta Longitudinal Social de Chile (ELSOC), que revela cómo los roles de género continúan condicionando la economía nacional. La historia no es nueva, pero sus consecuencias se sienten con fuerza renovada: mientras el país busca avanzar hacia una mayor igualdad, las creencias arraigadas sobre el lugar de la mujer en la sociedad actúan como frenos profundos y persistentes.
Los datos muestran que un 44% de la población sostiene que las mujeres que trabajan fuera del hogar pueden mantener relaciones afectivas sólidas con sus hijos, mientras que un 27% cree que esta situación genera daños en el núcleo familiar. Esta división no solo refleja una batalla cultural, sino que se traduce en un impacto económico concreto: Chile ha retrocedido en el ranking del Foro Económico Mundial sobre brecha de género, evidenciando la paralización en la igualdad salarial.
Mauricio Ávila Cárdenas, editor de opinión en CIPER, señala que "estos frenos están arraigados en nuestra forma de percibir el mundo e impactan en las expectativas que tenemos sobre el papel de la mujer en la sociedad". En otras palabras, la economía no solo sufre de desigualdades visibles, sino también de prejuicios invisibles que afectan decisiones y oportunidades.
Desde el ámbito político, las posturas se dividen. Algunos sectores progresistas insisten en la necesidad de políticas públicas que incentiven la corresponsabilidad doméstica y laboral, mientras que grupos más conservadores defienden la tradicional división de roles, argumentando que "la estabilidad familiar debe priorizarse".
En regiones, las percepciones varían: en zonas urbanas como Santiago y Valparaíso, la aceptación del rol femenino en el trabajo remunerado es mayor, aunque no exenta de cuestionamientos. En contraste, en áreas rurales persisten visiones más tradicionales, donde el trabajo doméstico femenino sigue siendo la norma socialmente aceptada.
Ciudadanas y ciudadanos comunes expresan una disonancia cognitiva palpable. Una madre trabajadora comenta: 'Siento que debo demostrar más que un hombre para ser valorada, y a veces me juzgan por no estar todo el día con mis hijos.' Mientras tanto, un padre de familia señala: 'Creo que los hombres también deben asumir responsabilidades en la casa, pero no todos están preparados para ese cambio.'
Este análisis pone en evidencia que la desigualdad de género no es solo una cuestión de leyes o políticas, sino de profundas transformaciones culturales y sociales. El 29% de la población ha cambiado de opinión respecto a los roles femeninos en la última década, mostrando que el cambio es posible, aunque lento y conflictivo.
La paradoja chilena es clara: en tiempos de avances tecnológicos y sociales, la economía se ve frenada por concepciones anquilosadas que limitan el potencial productivo y creativo del país. Sin un cambio activo y voluntario en las percepciones sociales, la brecha salarial y la desigualdad laboral seguirán siendo un lastre.
Finalmente, queda claro que la transformación no puede ser solo responsabilidad de las mujeres, sino de toda la sociedad, incluyendo hombres, empleadores y el Estado. La igualdad de género es un desafío que trasciende lo económico y se inserta en el tejido mismo de la convivencia social chilena.
Fuentes: CIPER Chile, Encuesta Longitudinal Social de Chile (ELSOC), Foro Económico Mundial.
2025-11-13