
A mediados de julio de 2025, un río atmosférico de categoría 4 impactó las regiones australes de Chile, dejando acumulados de lluvia que superaron los 200 mm en sectores de la Patagonia. Este fenómeno no solo puso a prueba la infraestructura y los sistemas de emergencia locales, sino que también reavivó un debate sobre la gestión de riesgos climáticos y la adaptación a eventos extremos en territorios vulnerables.
El fenómeno, previsto con antelación por el Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (IANIGLA), se manifestó con lluvias intensas que, a diferencia de temporadas anteriores, se presentaron mayormente en forma líquida debido a una isoterma cero elevada, cercana a los 2.000 metros. Esto significó que zonas que habitualmente reciben nieve en invierno experimentaron precipitaciones líquidas, aumentando el riesgo de deslizamientos y crecidas de ríos.
Comunidades como Puerto Aysén, Coyhaique y sectores de la cordillera sur de Los Lagos sufrieron interrupciones en el suministro eléctrico, cortes de caminos y daños en viviendas. Las autoridades regionales activaron protocolos de emergencia, aunque no sin críticas.
Desde el gobierno regional, se defendió la respuesta rápida y coordinada, destacando la colaboración con ONEMI y fuerzas armadas para habilitar rutas y asistir a las familias afectadas. "Hemos trabajado con anticipación y reforzado los sistemas de alerta temprana, lo que permitió minimizar daños mayores", afirmó el intendente de Aysén.
Sin embargo, organizaciones vecinales y ambientalistas cuestionaron la falta de inversión en infraestructura resistente y la escasa preparación para fenómenos que, según expertos, serán cada vez más frecuentes. "No podemos seguir reaccionando solo cuando el desastre ya está aquí. Es urgente un plan integral que considere el cambio climático y la realidad de nuestras comunidades", señaló una representante de la Red de Defensa Ambiental de la Patagonia.
En el Congreso, parlamentarios de distintas tendencias aprovecharon la ocasión para enfatizar sus posturas sobre la política ambiental y la descentralización. Algunos sectores de oposición acusaron al gobierno central de negligencia y falta de apoyo a las regiones extremas, mientras que oficialistas destacaron los avances en normativas para la gestión de riesgos y la promoción de energías renovables.
El impacto del río atmosférico también puso en evidencia las diferencias en la percepción de riesgo entre el centro y el sur del país, donde la experiencia y la cotidianidad con fenómenos climáticos extremos marcan una sensibilidad distinta.
Tras el paso del río atmosférico, queda claro que Chile enfrenta un escenario complejo donde la naturaleza impone su fuerza con creciente intensidad. Los registros de lluvia y las condiciones atípicas de temperatura durante el evento son un reflejo palpable de las transformaciones climáticas que afectan la región.
La discusión sobre la gestión del riesgo, la inversión en infraestructura resiliente y el fortalecimiento de las comunidades para enfrentar estos desafíos sigue abierta. La tensión entre la urgencia de respuestas inmediatas y la necesidad de planes a largo plazo se mantiene como eje central.
Al final, las verdades que emergen son ineludibles: la Patagonia chilena es un territorio en la primera línea del cambio climático, y su futuro dependerá tanto de la acción estatal como de la movilización social y la integración de múltiples perspectivas para construir soluciones sostenibles y justas.
2025-11-13
2025-10-14