
El escenario político chileno ha vivido en los últimos meses un verdadero duelo en el tablero parlamentario, que ha trascendido el mero trámite electoral para impactar de lleno en la carrera presidencial. Desde comienzos de 2025, las negociaciones para conformar listas parlamentarias han mostrado un país dividido, con el oficialismo y la oposición fragmentados en múltiples bloques. Esta dinámica ha tensionado la tradicional lógica de alianzas y ha puesto en jaque la gobernabilidad futura, con efectos palpables en las preferencias presidenciales.
En el oficialismo, la Democracia Cristiana (DC) se encontró en una posición incómoda, debatiendo si participar en una lista única o dividir fuerzas en dos listas parlamentarias. El 9 de julio, La Tercera reportó que Chile Vamos y Republicanos lideraban listas separadas, mientras Amarillos quedaban prácticamente orfandados. La falta de consenso no fue solo táctica, sino que evidenció profundas discrepancias ideológicas y estratégicas dentro de los partidos.
Desde la mirada oficialista, algunos sectores argumentan que la fragmentación es un mal necesario para defender identidades políticas y evitar la dilución de sus propuestas. "La unidad a toda costa no puede sacrificar principios fundamentales", señaló un dirigente demócrata cristiano. Sin embargo, desde otros sectores, especialmente en la oposición, se advierte que esta división fortalece a la derecha más radical y complica la construcción de mayorías estables.
Por su parte, Amarillos, un movimiento que buscaba ser puente entre extremos, se encontró sin un espacio claro, reflejando la dificultad de los sectores moderados para posicionarse en un mapa político cada vez más polarizado.
La correlación entre las listas parlamentarias y la presidencial no tardó en manifestarse. Tras la confirmación de las listas separadas, la intención de voto de Evelyn Matthei sufrió una caída notable, mientras que José Antonio Kast experimentó un alza significativa. Este fenómeno revela que la percepción de fragmentación o unidad en el Congreso influye directamente en la confianza ciudadana hacia los candidatos presidenciales.
En regiones, la disputa por las listas ha reflejado también tensiones locales, donde liderazgos territoriales se sienten desplazados por las negociaciones centralizadas. Ciudadanos consultados expresan preocupación por la desconexión entre las élites partidarias y las necesidades reales de las comunidades.
Socialmente, la fragmentación ha generado un sentimiento de desencanto y desconfianza hacia las instituciones, alimentando discursos críticos sobre la efectividad del sistema representativo.
Este episodio confirma que las negociaciones parlamentarias en Chile no son un proceso técnico ni aislado, sino un campo de batalla donde se juegan identidades políticas, estrategias y futuros presidenciales. La fragmentación de las listas evidencia una crisis de cohesión en los bloques tradicionales y una recomposición del mapa político que impacta en la gobernabilidad y en la percepción ciudadana.
Queda claro que, más allá de quién gane o pierda en las urnas, el país enfrenta un desafío profundo: cómo construir acuerdos duraderos en un contexto marcado por la polarización y la desconfianza. La política chilena, en este ciclo, se muestra como un coliseo donde cada actor defiende su espacio con fervor, mientras el público observa, consciente de que las consecuencias de este enfrentamiento definirán la trayectoria del país en los próximos años.
---
Fuentes: La Tercera (2025-07-09), análisis del Centro de Políticas Públicas de la Universidad del Desarrollo, entrevistas a dirigentes políticos y testimonios ciudadanos.
2025-11-13