
Desde finales de 2023, la Franja de Gaza se ha convertido en un escenario de confrontación bélica y diplomática que sigue reverberando en 2025. El conflicto entre Israel y Hamas desató una ofensiva militar israelí en octubre de 2023, que ha mantenido un pulso constante con consecuencias humanitarias y políticas profundas. En este contexto, la interacción entre los líderes mundiales Vladimir Putin y Benjamín Netanyahu ha sido un reflejo de las complejidades y contradicciones que atraviesa la región.
El 15 de noviembre de 2025, Putin y Netanyahu sostuvieron una llamada telefónica tensa, donde abordaron temas cruciales como Gaza, Irán y Siria. Este intercambio, impulsado por la iniciativa rusa, se inscribe en una serie de diálogos previos que evidencian la importancia estratégica que ambos países asignan a Medio Oriente. Sin embargo, la conversación no logró suavizar las posturas: mientras Putin ha condenado reiteradamente los bombardeos israelíes en Gaza, Netanyahu mantiene una línea dura, negándose a ceder ante las demandas de Hamas.
Además, ambos líderes enfrentan órdenes de arresto internacional emitidas por la Corte Penal Internacional (CPI). Putin por la presunta deportación ilegal de niños ucranianos y Netanyahu por presuntos crímenes de guerra relacionados con la operación militar en Gaza. A esto se suman los procesos judiciales internos por corrupción que afectan a Netanyahu, generando un escenario donde la presión política y legal limita sus márgenes de maniobra.
En julio de 2025, Israel envió una delegación a Qatar para negociar un posible alto el fuego y la liberación de rehenes. Este movimiento se produjo en medio de crecientes exigencias públicas para poner fin a la guerra, reflejadas en manifestaciones en Tel Aviv que pedían la devolución de los cerca de 50 rehenes aún retenidos en Gaza.
No obstante, la negociación se encontró con obstáculos significativos. Hamas mostró un "espíritu positivo" frente a la propuesta respaldada por Estados Unidos, pero mantuvo reservas sobre aspectos humanitarios y logísticos, como el acceso a Rafah y el retiro de tropas israelíes. Por su parte, Israel rechazó algunos cambios solicitados por Hamas, aunque mantuvo la delegación en Qatar para continuar las conversaciones.
En Israel, la coalición derechista muestra divisiones claras. Mientras algunos miembros se oponen firmemente a cualquier alto el fuego, otros, como el ministro de Relaciones Exteriores Gideon Saar, apoyan la búsqueda de una tregua. En Palestina, la fragmentación entre grupos militantes y las demandas sociales complican la construcción de acuerdos duraderos.
Desde la región, expertos y analistas señalan que el conflicto ha profundizado la inestabilidad regional y ha tensado las relaciones internacionales, especialmente entre potencias con intereses contrapuestos como Rusia y Estados Unidos.
El conflicto en Gaza no solo es una guerra territorial y militar, sino un tablero donde convergen tensiones geopolíticas, legales y sociales. Las conversaciones entre Putin y Netanyahu, aunque formales, evidencian la distancia que separa las agendas de los involucrados. Por otro lado, las negociaciones en Qatar reflejan la dificultad de traducir la presión internacional y social en acuerdos efectivos.
Las órdenes de arresto y los procesos judiciales que enfrentan ambos líderes añaden una capa adicional de complejidad, que limita sus opciones y aumenta la volatilidad del escenario. En definitiva, el conflicto sigue siendo una tragedia humana con actores atrapados en una red de intereses y responsabilidades que, por ahora, no vislumbran una salida clara.
Este análisis se basa en reportes de La Tercera, Diario Financiero y verificaciones independientes de fuentes internacionales, buscando ofrecer una mirada profunda y plural del conflicto que trasciende la inmediatez y el ruido informativo.