Japón ejecuta al “asesino de Twitter”: un castigo que reaviva el debate sobre la pena de muerte en el mundo moderno

Japón ejecuta al “asesino de Twitter”: un castigo que reaviva el debate sobre la pena de muerte en el mundo moderno
Internacional
Asia
2025-11-24
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- Ejecución de Takahiro Shiraishi, responsable de nueve asesinatos cometidos tras contactar a sus víctimas por Twitter.

- Amplio respaldo social en Japón a la pena de muerte, a pesar de las críticas internacionales.

- Tensiones éticas y legales sobre la aplicación de la pena capital en democracias avanzadas.

El 27 de junio de 2025, Japón llevó a cabo la ejecución de Takahiro Shiraishi, conocido como el “asesino de Twitter”, poniendo fin a un caso que estremeció a la sociedad nipona y reabrió la discusión sobre la pena de muerte en países desarrollados.

Shiraishi, de 34 años, fue condenado por el asesinato y desmembramiento de nueve jóvenes, a quienes contactaba a través de Twitter (hoy llamada X), ofreciendo ayuda para morir a personas con tendencias suicidas. Esta macabra estrategia, que combinaba manipulación psicológica con violencia extrema, conmocionó no solo a Japón, sino a la comunidad internacional.

Desde la perspectiva del gobierno japonés, la ejecución representó la culminación de un proceso judicial riguroso. Keisuke Suzuki, ministro de Justicia, afirmó que la acción era necesaria tras una “detenida reflexión” y destacó la gravedad de los crímenes, que incluyeron robo, violación, asesinato y mutilación. Para la mayoría de la sociedad nipona, según encuestas oficiales, la pena capital sigue siendo vista como una medida “inevitable” para castigar delitos atroces, con un 83% de apoyo en 2024.

Sin embargo, la ejecución ha generado voces críticas dentro y fuera de Japón. Organizaciones internacionales de derechos humanos y sectores progresistas cuestionan la vigencia de la pena de muerte en un país que se presenta como una democracia avanzada y respetuosa de los derechos fundamentales. Activistas señalan que la aplicación de la pena capital, especialmente en casos con procedimientos opacos y la práctica de informar a los condenados solo horas antes de la ejecución, vulnera principios básicos de dignidad y justicia.

En el plano político, el caso ha profundizado la división entre quienes defienden la pena de muerte como herramienta disuasoria y quienes abogan por su abolición definitiva. En Japón, a diferencia de otras potencias del G7, la pena capital permanece vigente y cuenta con respaldo transversal, aunque con matices entre sectores conservadores y liberales. En contraste, países como Canadá, Alemania o Francia han optado por su erradicación, lo que refleja un debate global sobre el equilibrio entre justicia, seguridad y derechos humanos.

Desde Asia, algunos países con sistemas judiciales estrictos observan con atención el caso, reforzando políticas punitivas, mientras que otros apuntan a la necesidad de reformas más profundas en el sistema penal y en el abordaje de la salud mental, un factor clave en los crímenes cometidos por Shiraishi.

En el plano social, el caso ha expuesto la vulnerabilidad de jóvenes con problemas emocionales y la facilidad con que las redes sociales pueden ser usadas para fines oscuros. Expertos en salud mental alertan que, más allá del castigo, es fundamental fortalecer redes de apoyo y prevención para evitar tragedias similares.

La ejecución de Takahiro Shiraishi confirma que, aunque la pena de muerte sigue siendo aceptada en ciertos contextos, su aplicación está lejos de ser un consenso global. Japón se mantiene como un caso paradigmático: una democracia avanzada que conjuga tradición, opinión pública mayoritaria y tensiones éticas en torno a un castigo que muchos consideran incompatible con los derechos humanos contemporáneos.

En definitiva, esta historia no solo es la tragedia de nueve vidas arrebatadas, sino también un espejo para sociedades que deben enfrentar el desafío de equilibrar justicia, prevención y respeto a la dignidad humana en un mundo cada vez más interconectado y complejo.

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Fuentes: La Tercera, informes de derechos humanos internacionales, encuestas oficiales del gobierno japonés, análisis de expertos en justicia penal y salud mental.