
En junio de 2025, el Ranking de Impacto de Times Higher Education (THE) reveló que la Pontificia Universidad Católica de Chile (UC), la Universidad del Desarrollo (UDD) y la Universidad Andrés Bello (UNAB) se posicionan entre las diez instituciones latinoamericanas más comprometidas con los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU. Este reconocimiento, que mide la integración de la sostenibilidad en investigación, docencia y gestión institucional, se ha celebrado como un triunfo para la educación superior chilena. Sin embargo, la historia detrás de estos números es más compleja y ofrece un escenario donde convergen elogios, críticas y desafíos aún por resolver.
“Este logro refleja el compromiso de nuestra comunidad universitaria con una formación integral y de excelencia, con la generación de conocimiento que trasciende nuestras aulas y contribuye a resolver los desafíos sociales y ambientales que hoy enfrentamos”, afirmó el rector de la UNAB, Julio Castro, destacando proyectos concretos como la meta de carbono neutralidad para 2038, adelantándose a la meta nacional.
Desde la UC, se subraya el desarrollo en innovación, cuidado de la vida marítima y liderazgo en políticas contra el cambio climático. La UDD, por su parte, ha avanzado en igualdad de género y trabajo inclusivo. Sin embargo, estas instituciones enfrentan cuestionamientos desde sectores académicos y sociales que ponen en duda si los rankings reflejan cambios profundos o se quedan en estrategias comunicacionales y alianzas estratégicas que no siempre se traducen en transformaciones estructurales.
Desde la izquierda política, se critica que el énfasis en la sostenibilidad se concentre en indicadores medibles y alianzas con el sector privado, sin abordar las desigualdades profundas que persisten en el sistema educativo chileno. “La sostenibilidad no puede reducirse a un sello para atraer estudiantes o fondos internacionales si no se enfrenta la brecha de acceso y calidad que afecta a miles de jóvenes”, señala una académica de la Universidad de Chile.
En contraste, sectores más liberales valoran el posicionamiento internacional como una señal de modernización y competitividad global, destacando la importancia de que las universidades chilenas sean referentes en la lucha contra el cambio climático y la pobreza.
A nivel latinoamericano, el liderazgo chileno se reconoce junto a la Universidad Autónoma de México, pero también se advierte que la sostenibilidad debe ir más allá de rankings y certificaciones. La evaluación de THE incluye investigación, docencia, divulgación y gestión responsable, pero la implementación práctica y el impacto en comunidades vulnerables aún son temas pendientes.
Los datos muestran avances en políticas institucionales y proyectos de mitigación ambiental, pero también evidencian que la educación superior chilena enfrenta el reto de integrar la sostenibilidad con justicia social y equidad.
Este reconocimiento internacional es un paso importante para Chile, pero no es un punto de llegada. La sostenibilidad en la educación superior debe ser un proceso dinámico que incorpore críticas legítimas, promueva la inclusión real y transforme las estructuras que reproducen desigualdades.
La tensión entre la imagen institucional y el impacto tangible es el escenario donde hoy se juega la credibilidad de estas universidades. En este coliseo, la audiencia observa no solo el brillo de los reconocimientos, sino también las grietas que desafían a las instituciones a ir más allá de los rankings y construir una sostenibilidad integral, que sea realmente un motor de cambio social y ambiental.
Fuentes: Times Higher Education 2025, declaraciones de rectores, análisis académico y voces ciudadanas.
2025-11-08