
Un giro inesperado en la batalla por las tierras raras ha marcado el pulso económico y geopolítico de 2025. El 12 de junio, China anunció la aprobación de un “cierto número” de licencias para exportar tierras raras, un movimiento que, aunque ambiguo en cifras, representa un cambio significativo tras meses de restricciones que tensionaron los mercados internacionales.
China, que domina la extracción y procesamiento de tierras raras —elementos vitales para tecnologías desde vehículos eléctricos hasta sistemas de defensa—, había endurecido su control desde abril, exigiendo licencias para exportar estos minerales. Esta medida fue interpretada como una respuesta directa a los aranceles impuestos por Estados Unidos durante la guerra comercial que ambos países libran desde hace años.
He Yadong, portavoz del Ministerio de Comercio chino, afirmó que el país “tiene plenamente en cuenta las necesidades y preocupaciones legítimas de todos los países”, al anunciar la flexibilización parcial. Por su parte, Donald Trump celebró en redes sociales un acuerdo preliminar que incluiría el suministro adelantado de tierras raras e imanes, aunque pendiente de aprobación final.
Desde la óptica estadounidense, la medida es un alivio estratégico. Garantizar el acceso a estos minerales es crucial para mantener su liderazgo tecnológico y militar. Sin embargo, expertos en Washington advierten que la dependencia de China sigue siendo un riesgo latente, y que la flexibilidad actual podría ser solo un respiro táctico.
En China, voces oficiales resaltan la voluntad de actuar como un “país responsable”, pero analistas locales interpretan la medida como una maniobra para negociar mejores términos en la disputa comercial y tecnológica con Estados Unidos.
Para Chile, que posee importantes yacimientos de tierras raras aún en desarrollo, la noticia genera un debate intenso. Por un lado, la flexibilización china podría presionar los precios internacionales y retrasar la consolidación de proyectos nacionales, afectando la rentabilidad y la inversión.
Desde la industria minera local, algunos actores ven una “oportunidad gigantesca” para posicionar a Chile como un proveedor alternativo y confiable, diversificando la oferta global. Sin embargo, expertos en políticas públicas alertan que sin una estrategia clara y sostenible, el país podría quedar relegado a un rol secundario, atrapado en la volatilidad de las dinámicas internacionales.
En regiones mineras, las comunidades enfrentan la paradoja de una posible bonanza que podría traer desarrollo, pero también impactos ambientales y sociales profundos. Organizaciones ambientalistas y sociales insisten en que cualquier expansión minera debe considerar los derechos territoriales, la protección del agua y la participación efectiva de las comunidades.
La aprobación de licencias por parte de China no significa un fin a las tensiones, sino un capítulo más en una historia compleja donde la competencia geopolítica, la seguridad tecnológica y la sustentabilidad minera convergen.
Chile está en una encrucijada que exige decisiones informadas y políticas públicas robustas para capitalizar su potencial en tierras raras sin repetir errores del pasado. La historia reciente muestra que la dependencia de un solo proveedor puede ser un arma de doble filo, y la diversificación es clave.
Este episodio confirma que las materias primas estratégicas no solo son un asunto económico, sino un campo de batalla donde se cruzan intereses globales, nacionales y locales, con consecuencias que se irán desplegando en los próximos años.
2025-11-11