
En junio de 2025, Estados Unidos lanzó una operación militar denominada "Martillo de Medianoche" contra tres instalaciones nucleares iraníes —Fordow, Natanz e Isfahán— apuntando a frenar el avance del programa nuclear de Teherán. A cinco meses de esos ataques, la evaluación oficial del Pentágono sostiene que la ofensiva logró retrasar el programa iraní hasta en dos años, pero un análisis más profundo y la pluralidad de voces revelan una realidad más matizada y conflictiva.
El 22 de junio, bombarderos B-2 de la Fuerza Aérea estadounidense atacaron las plantas nucleares iraníes con bombas antibúnker diseñadas para penetrar estructuras subterráneas altamente protegidas. Sin embargo, imágenes satelitales y reportes filtrados indican que el daño se concentró en las entradas y estructuras superficiales, dejando intactas las centrifugadoras y gran parte de la infraestructura subterránea.
"Creemos, y sin duda todos los informes de inteligencia que hemos consultado nos llevan a creer, que esas instalaciones han sido completamente destruidas", afirmó en julio Sean Parnell, portavoz del Pentágono. Esta versión oficial contrasta con un informe preliminar filtrado en junio que estimaba un retraso de solo algunos meses y señalaba que las reservas de uranio enriquecido no fueron alcanzadas por los ataques.
"Nuestra evaluación permanece inalterada", insistió Parnell, mientras que la Casa Blanca calificó de "totalmente errónea" la filtración que ponía en duda el éxito de la operación. Por su parte, expertos independientes como David Albright, del Instituto para la Ciencia y la Seguridad Internacional, reconocen que el daño infligido obliga a Irán a invertir tiempo y recursos para reconstruir su programa, aunque advierten que la capacidad nuclear no ha sido eliminada.
Desde Teherán, el gobierno iraní confirmó daños en Fordow y denunció que las instalaciones fueron evacuadas con anticipación, minimizando el impacto real de los bombardeos. Además, Irán respondió con un ataque con misiles contra la base aérea de Al-Udeid en Qatar, lo que elevó la tensión regional y llevó a un alto al fuego negociado con mediación de Qatar y bajo la supervisión del presidente Trump.
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, destacó que las acciones conjuntas de Israel y Estados Unidos han logrado frenar las ambiciones nucleares iraníes y destruir parte de su arsenal de misiles, aunque reconoció que la amenaza no ha desaparecido.
Este episodio pone en evidencia las complejidades de la guerra de la información y la inteligencia en conflictos internacionales: mientras Washington presenta la operación como un éxito rotundo, las evaluaciones internas y las fuentes independientes muestran una realidad fragmentada, donde el programa nuclear iraní sigue vigente, aunque ralentizado.
Desde una perspectiva geopolítica, la ofensiva estadounidense ha tensado aún más las relaciones en Medio Oriente, con consecuencias visibles en la estabilidad regional y en la dinámica de alianzas internacionales. La respuesta iraní y la mediación diplomática reflejan la fragilidad de un equilibrio que puede romperse con nuevos episodios de violencia.
En definitiva, el balance de estos ataques revela un triunfo parcial para Estados Unidos y sus aliados, pero también un escenario lleno de incertidumbres y riesgos. La destrucción completa del programa nuclear iraní sigue siendo una meta lejana, mientras la región se mantiene en un estado de vigilancia y confrontación constante.
Este caso ejemplifica cómo, en la era de la información, la verdad se construye en la intersección de narrativas oficiales, filtraciones, análisis externos y la realidad sobre el terreno, invitando a una lectura crítica y profunda más allá de los titulares inmediatos.